24 diciembre, 2007

Pajarito, Guayulipi & El Niño Que Vio A Papá Nöel

(El Metrónomo, Parque Central de Miraflores, circa 1964)

Todos decían que Pajarito se apellidaba como el alcalde. Mi razón infantil no me permitía entender cómo podría ser ello posible: el alcalde era buen mozo, robusto, blanco, vestía bien y tenía unos bigotes imponentes; Pajarito, en cambio, era flaquísimo, muy moreno y llevaba siempre ropas raídas, de tallas enormes, que evidenciaban mucho más lo raquítico que era su bigote cano. Yo no lo conocía, pero Felipe sí. Cada vez que lo cruzábamos en la calle (Pajarito parecía siempre ir andando sin prisa y sin ningún rumbo) Felipe lo saludaba con ese distintivo acento chinchano "¡Pajarit-to...!". Él entonces levantaba una mano y le contestaba por su apellido o le decía "¡Hola, patita...!". Algún tiempo después yo también lo empecé a saludar y, reconociéndome, me decía "¡Hola, Barrientitos!" (dicho sea de paso, Barrientitos somos hasta ahora: aún hoy a la gente les cuesta distinguir a un Carlos de un Alfredo o a un Lucho de un Chicho; ha sido frecuente que me pregunten "Pero... ¿no eras tú el médico que vivía en Puerto Rico?").
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En la mañana de una navidad -tan calurosa como todas las navidades que recuerdo de mi chinchanidad- Chicho y yo salimos a mirar las revistas hacia el kiosko de la esquina de Benavides y la Plaza de Armas; metros más allá de la puerta del consultorio del Doctor, a la altura del Cine Chincha, nos cruzamos con el alcalde, que estaba conversando con alguien. Al pasar lo saludamos con un tímido buenos días y él nos respondió apenas mirándonos desde la (entonces) enorme estatura con un hola condescendiente que dejó desprenderse apenas de su boca de bigotes plateados, mientras echaba la mano al costado en un gesto rápido para aventar la ceniza del cigarro que tenía encendido, lejos de su impecable y radiante guayabera blanca y de sus brillantes zapatos negros. "¡Vamos ya!", me dijo Chicho, mientras yo empezaba a pensar en lo contradictoriamente sonriente que era ver al alcalde cada vez que iba a saludar al Doctor. "La gente mayor es rara... ¡a veces déspota!", pensé, estrenando el adjetivo que había copiado recién a mi mamá (como en muchas cosas, hasta hoy esa sentencia parece ser siempre certera). Apenas a unos pasos de ahí distinguí la figura enclenque y bamboleante de Pajarito, que caminaba justo hacia nuestro encuentro: esta vez vestía todo de blanco, con ropa bien entallada pero que desentonaba con unas botas marrones y muy sucias, visiblemente más grandes que los que sus pies precisaban. Venía muy sonriente y, bajo el brazo, llevaba un pavo vivo. "¡Hola, Pajarito!", dijimos Chicho y yo al unísono. "Oyyyy... ¡dos Barrientitos!", dijo, "¿han visto qué bonito pavo?" y entrecerrando un ojo y frotándome la cabeza con la mano libre nos dijo "Lo llevo a mi casa, para mis hijitos...". "Chau, Pajarito, chau", le dijimos, mientras él seguía caminando en precisa dirección a la puerta del cine. Mientras Chicho avanzaba, yo esperé a saber qué ocurría, a ver si con el cruce de Pajarito con el alcalde se produciría algo así como un evento de carácter cósmico. Cuando estuvo junto al alcalde, le tocó las espaldas. Lo que siguió a ello fue algo así como una escena de película muda, cuyos diálogos hoy entendería mejor que entonces: Pajarito movía la mano, como explicando algo denso, el alcalde volteó hacia la persona con la que hablaba antes de que llegara Pajarito y levantó la mano hacia su cabeza, moviéndola como en círculos. Luego la metió en uno de los bolsillos de la guayabera y sacó algo que entregó a Pajarito y -tal como si echara nuevamente la ceniza de su cigarro- tiró la mano varias veces, como despidiéndolo. Pajarito miró lo que el alcalde le había dado (todos sospecharíamos que era dinero) y, quién sabe si en un acto que tenía tanto de heroismo como estupidez (largamente sinónimos), echó los papeles doblados a los pies lustrosos del alcalde y retornó a caminar con el pavo siempre bajo el brazo. Metros más allá, levantaba el brazo y daba voces que ya no alcancé a escuchar. "¡Oye!", me gritó Chicho, quien ya estaba casi por llegar a la esquina. Me eché a caminar mirándome la punta de los zapatos jurando que jamás usaría ninguno que no fuera de mi talla y deseando fuertemente que los hijos de Pajarito hubieran recibido de Papá Nöel regalos más bonitos que los que había recibido yo.

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Como siempre, en la noche de navidad del año en que yo tenía ocho, el Doctor y mamá se había ido a dormir temprano. En la habitación en que dormíamos Alfredo, Chicho y yo (que es, según el perfecto plano que Alfredo reconstruyó hace poco, la primera que daba al salón-comedor desde la sala) la curiosidad de saber qué regalos recibiríamos no impidió que nos durmiéramos alrededor de las diez. Debo haber despertado alrededor de las once como consecuencia de un cuchicheo extraño que percibí venía cerca de los muebles del comedor. Con una mezcla de inquietud y al borde de quedarme sin aliento me levanté calladamente, fui hasta la cama de Alfredo y sacudiéndolo casi sin voz le dije "...¡Es Papá Nöel! ¡Está en el salón!", pero no hubo modo de que se despertara. Recuerdo que temblé... ¿debería abrir la puerta y ver a Papá Nöel cumplir con su misión, tan secreta y tan grata?. Caminé los dos o tres pasos hasta la puerta, tomé el pestillo, me asomé a su borde y con ojos muy abiertos empecé a abrirla, lenta, lentamente, mientras el cric cric de las bolsas de plástico me desacompasaban el corazón...

(Le cuento algo... Nadie en este mundo puede ver a Papá Nöel, nadie, ni siquiera alguien que se toma las licencias literarias que quiere. Nadie, ni aún los niños que alegan que alguna vez distinguieron una de sus manos colocando esos perfectos morteros que lanzaban proyectiles de brillante plástico rojo que tan bien funcionaron años de años cuando jugábamos a la guerra después, en los jardines oscuros del Hospital mientras vivimos ahí. No. Nadie podrá decir que las manos de Papá Nöel son extrañamente parecidas a las del Doctor, ni que los bordes blancos de del lanudo traje blanco y rojo -¡patrañas del marketing!- eran exactamente iguales a los de su pijama de lino celeste. Nadie. Porque acaso nadie, como yo -y sólo yo- descubrió que Papá Nöel sí existe, y que siempre estará ahí las noches de navidad para que los niños buenos -o no- tengan al despertar juguetes, o a lo mejor, el regalo de la historia del niño que por una vez en la vida fue capaz de ver llegar a Papá Nöel...)
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Todos llamaban a Guayulipi 'Guayulipi' porque era tan poco aplicado en el Colegio, que cuando cantaba "Are you sleeping, are you sleeping, brother John, brother John?" él pronunciaba como lo escuchaba, o sea, "Guayulipi, guayulipi, bróder yon, bróder yon?" y desde ahí le quedó la chapa. Aparte de sus hermanas -todas muy lindas y muy reinas de Chincha- Guayulipi nunca tuvo mucho de qué jactarse, aparte de una incuestionable pepa, la que -mal que bien- le ermitía el válido recurso del gigoleo.
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Cerca de una navidad universitaria, cuando las tradiciones para uno empezaban a minimizarse o a considerarse como cosas de tíos, con el Dr. G. estuvimos andando por el Parque Central de Miraflores echando una miradita a las chicas que venían de todas partes de Lima (eso fue una concesión democrática: más propio hubiera sido decir, de las mejores partes de Lima) a vender polos teñidos, zapatos, jeans y toda clase de adornos y juguetes. El Dr. G vivía entonces en la calle Grau, en casa de sus primos (los hijos de quien fuera muchas veces alcalde) y nosotros en el clásico departamento de mi padre, en la Diagonal, de modo que éramos prácticamente del barrio. Una de las costumbres bizarras del Dr. G., entonces aficionado al buen comer, consistía en echarse todas las tardes atracones de papas rellenas en la esquina de Grau con Berlín, en la carretilla de José, el cocinero moderno (no quiero pasarme aquí de calificativos: José, como podría suponerse bien, tenía modales muy delicados y femeninos). Cuando estábamos con el Dr. G. dando una última vueltita al Parque, nos cruzamos con Guayulipi, quien ocasionalmente gorreaba cobijo en casa de los primos de G.. Llevaba una radio más o menos moderna en las manos. Al vernos nos dijo "Oe... ¿no saben de alguien que quiera comprar una radio? Está buena y suena fuerte...". Nos levantamos de hombros diciéndole "¿Y quién va a querer una radio así, compadre? Se ve malaza...". Entonces Guayulipi dijo "Loco: si no la vendo no voy a Chincha, no tengo plata ni para el ómnibus. Esta vez sí quiero pasar navidad con los viejos, ¿manyas?". "Ni idea", dijimos al unísono. Él dijo "¡Ya, qué chucha!", se acomodó la radio entre las manos y lo vimos alejarse apurado y sin despedirse.
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El Dr. G. sugirió entonces ir a comer unas papas rellenas. No le contradije, así que caminamos las cuatro cuadras que nos separaban del kiosko de José (las probé en más de una ocasión, a decir verdad, y siempre supieron muy rico; lo que sí, siempre tuve no sé qué resquemor al verlas manipuladas, crudas y enharinadas, en las tan poco femeninas manos de José, como si en algún momento de mi distracción sus uñas largas y cuidadas se fueran a incrustar subrepticiamente en las papas, echándolas a perder). Esa vez, al llegar, G. saludó a José y le pidió para él dos papas. Yo decliné.
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"¿Y por qué estamos hoy sin música, José?", dijo G. "¡Ay, Mario!... ¿y cómo te has dado cuenta?", dijo José con su voz afeminada. G. le contestó, echándome una mirada, "Es que no veo tu radio, compadre, ¿dónde está tu radio? ¿es que no la has traido hoy?...". José echó un larguísimo suspiro y miró a algún punto distante del aire. "No. No la traje hoy, Mario. Ahí debe estar, en la casa, seguro...". G. bufó y me echó otra mirada cómplice y engullendo un gran trozo de papa rellena con cebolla me empujó con el hombro hacia el borde de la banca donde estábamos sentados "Es la Navidad, Carlitos, ¡es la Navidad...!, ¡Ho, ho, ho!".

(Entonces, no sé bien por qué, deseé fervientemente que esa vez Guayulipi sí llegara...)
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(A pedido de El Papi, del cuaderno de autógrafos de 'El Metrónomo', 1972)

23 diciembre, 2007

De Cómo El Grinch Se Robó La Navidad...

"Es de eso de lo que se trata todo, ah? Así siempre ha sido todo, ¿no es verdad? ¡regalos, regalos, regalos, regalos...! ¿Quieren sabe qué es lo que pasa con sus regalos? ¡Ja! ¡Todos regresan a mí!"..
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Para Tita, Tata, Juan Diego, Glory, Carlita, Gabrielita, Vane-Bu, Juan Manuelazo, Vale-Va, Marrriana, Vivi Lucía, Santiagazo, Lucas, Diego Alonso y Ródrich, el tío Carlitts en versión Grinch.

19 diciembre, 2007

El Regalo Prometido, Carta Abierta II


Querido Amigo Secreto del 2008:

Como quiera que aquí en la oficina el voto singular que permanentemente se opone a aquel jueguito absurdo del Amigo Secreto es el mío, sospecho que el próximo año también tendré tu nombre en el consabido papelito doblado en cuatro que guardo celosamente en la billetera en las semanas previas a la Navidad, por lo que creo te debo una explicación a que el año que viene -de no progresar una vez más mi perpetuamente fallida oposición democrática- petardearé a como dé lugar ese juego en la oficina. Antes que nada, debo explicarte, querido Amigo Secreto, que mi negativa a participar en dicho juego no se origina ni en la misantropía, el desgano, la tacañería ni en la depresión pre fiestas, sino que invoca la razón de ser de mi formación económica, la cual me impele a optimizar la asignación de los recursos, siempre escasos. Es más, considerando el tema de las probabilidades, sé que eres Amigo y no Amiga puesto que tu rango probabilístico a estas alturas anda por encima del 87% y que es muchísmo menor la chance atada de que seas mujer, ya que en los últimos años las tres chicas de la oficina me han tocado sucesivamente. Entonces, para escoger tu regalo es preciso no desentonar y ponerme en tus preferencias; lo segundo acaso sea mostrarme espléndido sin parecer pretencioso. Me he fijado que el regalo no va a poder ser de aquellos que se llaman íntimos (o sea, quedan descartados de arranque los calzoncillones, las camisetas y los bividís), de los que son incuestionablemente misios (los polos dos por uno de Saga, las chaplas con dibujitos, los clogs de diez lucas el par, tres CD's bamba), de los peruanísimos (los tableros de ajedrez inca, los polos con leyenda '¡Te Amo, Perú!', los vasos con borde de plata, las botellas de pisco), de los radicalmente gronchos (los perritos que menean la cabeza, un par de medias guindas, los ventiladores de carro, los mouse pad de Macchu Picchu), de los innegablemente inútiles (un juego de luces de árbol de navidad, una pluma de tinta líquida, un mug para el café con logo de la oficina, un nacimiento, una linterna flexible para leer en la oscuridad, un chullo), de los metrosexuales (una crema para el rostro, un frasco de bloqueador de sol, unos lentes fashion, un libro de recetas de martinis, un incensario de sándalo, un libro de Isabel Allende), de los salgo-del-paso-como-sea (un estuche de cortauñas, herramientas de parrilla, un frasco de perfume Adidas, un libro de chistes de Mario Poggi, unos largavistas) ni de los dramáticamente caros pero que me harían quedar como las propias rosas (un Ipod Nano, una Palm en cualquiera de sus formas, una navaja Victorinox con cuchumil gadgets, un reloj waterproof). Finalmente, tendría que escoger entre los que sí podrían ser siempre que el precio sea el adecuado como por ejemplo, una afeitadora portátil, una brújula de metal, un polo o una gorra de marca con descuento, dos CD o un DVD originales o, ya de perdis, unos buenos auriculares. El quid está en encontrar algo de esto último pues, aunque no lo parezca, es una verdadera chambaza querido Amigo Secreto, por lo que además que el año que viene -si es que después de todo no logro impedir el obcecado jueguito- prometo no llamar a nadie a pedir consejo acerca de tu regalo, ya que he verificado que ante tal pedido la pregunta siempre es ' Pero ¿qué crees tú que le pueda gustar a tu Amigo Secreto?, a ver...' (o sea... ¡si lo supiera no pido ayuda, pues!). ¿Ahora entiendes, Amigo Secreto, que no es placentero para mí perder íntegras dos mañanas y dos tardes completas de trabajo (pese a que decir de trabajo sea un perfecto decir) buscando entre tanta chuchería un regalito que cumpla con todos los requisitos descritos? Cansa terriblemente ¿me entiendes...? Como fuere, a mi pesar y a punto de una monumental rabieta debo dejarte ya pues voy corriendo a Larco con Shell a ver si a esta hora aún encuentro algún ambulante, ya que me olvidé comprar la tarjetita de ésas de tres por un Sol sobre la que escribiré esmeradamente y con buena caligrafía 'Con Todo Cariño, De Carlos Para Su Amigo Secreto de Este Año'.

Recibe, entonces, un abrazo que te dure hasta la siguiente Navidad.
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Tu Amigo Secreto,

Charles.

P.S.: ¡'Chessss...! casi me olvido: ¿conoces a alguien que sepa envolver regalos?

Mánachment

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Algunos hasta podrían decir que soy más vago que las arañas, que están siempre allá arribita, colgadas de sus telas y esperando que la comida caiga en la trampa. Lo cierto es que soy más derecho que cola de chancho y me hace más feliz que perro con dos colas incursionar en la redacción de temas administrativos de modo de ir aprovechando no sólo los conocimientos adquiridos en este largo aprendizaje laboral, sino también de complementarlos con el manejo de algunas frases que han ganado su lugar en nuestra habla cotidiana con data más vieja que el hilo negro.
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Pongo ante sus ojos lo desarrollado hasta la fecha, un breve fragmento del capítulo tercero del artículo que estoy escribiendo a la fecha para la revista 'Leadership' titulado 'Chambear Es Más Fácil Que La Tabla Del Uno', guía destinada a toda persona que piense que trabajar es tan malo que a uno hasta le pagan por hacerlo. Advertencia: si por razones de formación profesional la lectura de este texto hiciera que el lector esté más perdido que maricón en shower, descuiden, como consuelo bastará saber que habrá quienes consideren también que esta lectura resultará ser tanto o más aburrida que chupar un clavo o bailar con la hermana. Sé que la intención de decir cosas que a uno le hagan quedar bien con todo el mundo es más antigua que cagar sentado, pero creo que algunas de mis sugerencias son más buenas que el pan francés (dicho sea de paso, ello aplicaría mejor a las cholonas que a veces alude mi amigo El Goldo, como por ejemplo aquella que era más blanca que teta de monja, fumaba más que puta presa y que -según Goldinho- consumía más huevo que sartén de chifa).

Capítulo III

Pa' Cojudos Los Bomberos & Los Que Aplauden En El Cine: ¿Es Tener Un Buen Sueldo Más Difícil Que Hacer Gárgaras de Talco?

Dice el adagio popular que nada es más tranquilo que ser guardián de morgue, salvo que uno sienta que le tocan la puerta desde adentro, lo que faculta a salir disparado corriendo más asustado que manco en camión sin barandas porque, eso sí, esa sensación debe ser más fea que comida de loco. Más aún, si uno tiene pocas luces (o sea, como que venga a ser más lento que tanque a pedal) puede que se le tarife con algo como aquello de ser más inútil que cenicero de moto, no obstante lo cual ello hasta podría ser superable si uno es aguantado como pedo de visita. Reglas de juego laborales, que les dicen. Hay que respetarlas por más que sean más pesadas que maletín de gasfitero. Un buen dato a considerar es que si el jefe -pese a tener más plata que los ladrones- fuera más duro que callo de chasqui con aquello de los emolumentos, no hay que asustarse como cucaracha en fiesta de cholos: lo más prudente sería esperar a que ocurra la primera celebración conmemorativa de la empresa, al menor descuido y cuando el interfecto ya esté -como consecuencia de los tragos- más movido que bola de cojo, hay que arrimársele y ponerse más laposo que marica pidiendo un beso, y ahí nomás sacarle el pago pretendido. Esta táctica puede ser más conocida que la ruda, pero a menos que el jefe sea más bravo que perro de chacra o más agarrado que vieja en moto, por lo regular funciona. ¡Ojo! a la hora de fijar la pretensión pecuniaria no hay que llegar a ninguno de estos extremos: ni mostrarse más huevón que los Teletubbies ni parecer más caro que querida rusa. Si se siguen estos preceptos fielmente, lo más probable es que todo vaya bien, que consiga un buen sueldo y acaben que los tiempos en que uno estaba más caído que teta de gitana. [Continuará...]

Quedo a la espera de sus comentarios.

11 diciembre, 2007

Effio Strikes Again: Concurso de Cuento Juan Rulfo, 2007

Ayer 10 de Diciembre se divulgaron en París los resultados del Concurso Juan Rulfo de Cuento 2007. De entre 5,596 cuentos (yo envié cuatro cuentos, pero al parecer, no los consideraron ni entre los recibidos) 'Lecciones de Origami' de Augusto Effio Ordóñez resultó entre los catorce finalistas.
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Buen motivo para celebrar con un vino en la mano, Augusto, y de pasarella, anda autografiándome algunos cuantos ejemplares de 'Lecciones', así tengo siempre algunos a la mano pa' vender cuando seas (más) famoso.

Aclaratorio post scriptum: habiendo sido retado a duelo en la fecha (12.Dic) por el escritor Effio Ordóñez por publicar aquí una foto que no correspondía a su mejor perfil y más aún, con denigrante copa de vino en la mano, satisfago su requerimiento sustituyendo dicha imagen por una del Monumento al Escritor Desconocido (el cual se ubica sobre la plaza Constitución en la ciudad de San Cristóbal, provincia del Alto Ene, departamento de Santa Fe). Otrosí digo con aclaración muy válida: el cuento finalista del Concurso Juan Rulfo 2007 no es 'Lecciones De Origami' como consigno, sino un cuento inédito de Effio Ordóñez que tuvimos ocasión de compartir cuando fue gestado, hace unos meses.

08 diciembre, 2007

Vistos & Ocurridos En La Ciudad Del Buen Ayre

Una de las partes más bonitas de Buenos Aires, con toda seguridad: calle Florida, en donde flamea la bandera del Consulado General del Perú.
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Te vi tu teta: poyo en forma de pucheca (o chichi) al inicio de Florida.
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Graffito en Av. de Mayo: ¡tampoco es como para exagerar...! (¡tan rico que es!)
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Totalmente de acuerdo. Otro graffito en la zona de Alto Palermo: "Marihuana a morir / Disfrutenlá".
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Tomada en el restaurant parrilla "1816", en almuerzo de domingo. Mario Gonzáles pidiéndole el favor a Mario Pergolini, ídolo local y conductor de "CQC", emblema del humor negro televisivo. Buena gente el pata: al menos no se molestó.
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Club en el Bosque de Palermo. Los deportes irracionales (jaxes, parapentismo, trompo y kanga) tienen sus sedes en otros Clubes, seguramente más exclusivos.
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Librería de viejo en la Av. de Mayo, cerca al Bar Tortoni: mil quinientos pesos (poco menos que US$500) por este ejemplar dedicado de "Canto A Buenos Aires" de Miguel Mujica Láinez, autor de la colosal "Bomarzo".
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Sucede en todos lados: este señor no quiso atender la cola preferente y sencillamente, le llegó al Shopping Soleil...
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Cartel adosado a señalización de dos calles, en Belgrano, muy a propósito. Calle Soldado de La Independencia - Cartel: ¿Por qué están durmiendo en la calle? (Plena guerra a Irak).
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La proverbial Avenida Rivadavia. Me acordé por el blues de Manal, a continuación. Y la mañana incoherente me sonrió-o-o...

("Avenida Rivadavia", Horacio Fontova, 1995)

Veinte Años No Es Nada (O Sea, No Somos 'Nadies')

Cuenta de nuestro común Abbey Road: veinte años, veinticinco kilos más, bastante menos pelo y bastante más canas... ¡Grande, Guido, por estos veintintantos años de amistad!.
[Plaza de Armas, Trujillo, 1987 / Caminito, La Boca, Buenos Aires, 2007]

Por Dios & Por La Plata: Vistos & Ocurridos En La Capital De La Provincia De Buenos Aires

Como dijo Mauri cuando le pedí la explicación: '¡Sólo en la Argentina, che, Carlitos...' En effet, jamás he visto numeración de casas con fracciones (¿estaría el '918 3/4' así como para foto?). .


Lectura de un peruano recién llegado: ¿tres negaciones en una misma frase...? Lectura de un platense: Jorge Julio López, durante una democracia de supuestas manos limpias, desapareció hace más de un año tras declarar en el juicio contra Miguel Etchecolatz, ex policía argentino sentenciado aprisión perpetua -gracias al testimonio de López- al habérsele encontrado responsabilidad en la 'Noche de los Lápices', el secuestro y desaparición de diez estudiantes secundarios en La Plata, en 1976. Por supuesto, 'Nunca Más' es el informe de la Comisión Sabato, evacuado en 1984.


Vivi Lucía detrás de Mauricio y Sole, hacia la tienda de ropa de la marca 47 Street, en donde me desgraciaría más de una tarjeta. Como se ve, también En La Plata hay cambistas.

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La enorme e imponente Catedral de La Plata, Ciudad De Las Diagonales, en la que es divertidísimo perderse (for instance, calle 122, entre 68 y 69... así, ¡qué fácil, pues!)

04 diciembre, 2007

Welcome To This Three Men Show

Buenos Aires, primero de Diciembre, 8:00 p.m., esquina de Campos con Virrey Loreto, paramos (¡cómo no!) el consabido taxi negro y amarillo; al subir, el chofer bufa 'Noooo... ¿a la cancha de River? ¡A esta hora es un verdadero quilombo, no se va a poder llegar, maestro!...'. Guido lo tranquiliza con una que otra broma sobre fútbol. River está a veinte cuadras pero el corazón ya anda several beats ahead. El taxista nos deja, aliviado, a unos seiscientos metros de River, sobre Libertador. Varias trancas y controles después subimos por las graderías, hacia la platea Belgrano Baja, sector E, asientos 19, 20 y 21.
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Son las 8:25. En el escenario un compadre bastante blancón rasguea una guitarra con una banda que no se ve. Las tribunas laterales y el campo están llenándose, las populares de arriba están colmadas ya. Le pregunto al pata de al lado '¿Ése es Beck?', '-me dice- fijate a la hora que empezó, ¡no entiendo nada!'. Me acomodo para empezar a disfrutar del segundo telonero (el primero, 'Cuentos Borgeanos', banda local) y la canción que justo acaba. 'Thank you very much, Buenos Aires', dice Beck, dejándome atónito y con la pena de ni siquiera haber podido oír su genial 'Loser'. 'Chesssss... hubiera sido bacán llegar más temprano', le digo a Guido, quien frunce la boca y hace tres veces con la mano así (así como hacen los argentinos, pues). Ni modo, ajo y agua, me había dicho un taxista el día previo: a joderse y a aguantarse. El escenario es impresionante: parlantazos en el frente y a los lados, cámara colgante sobre el stand up VIP, pantallas de alta definición a derecha e izquierda, vendedores de panchos y cocacolas, una decena de peruanos treintañeros y desconocidos precisamente en la fila detrás de nosotros. Las populares empiezan con las olas y los musicales olé-olé-olé-Poliss-Poliss, música incidental de fondo con Propellerheads y Shirley Bassey -'History Repeating', como quien dice-, y Papita mirando de un lado al otro, como convenciéndose.
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Ninguna mejor manera de que lleguen las 9:30, tras casi una hora en blanco, que ver cómo las tribunas reciben a The Police con aplauso larguísimo, mientras las pantallas muestran que Sting tiene en las manos un bajo que parece antediluviano y luego el desborde que se inicia con 'Message In The Bottle', sigue con 'Synchronicity', 'Walking On The Moon', 'De Do Do Do, De Da Da Da' y con los primeros acordes de 'Every Little Thing...' el Monumental tiembla bajo sesenta y cinco mil almas, nosotros incluidos. Pero ¿para qué sigo contando si es que aquello fue poco menos que inenarrable? Cedo el paso a las buenas crónicas (aquí la primera y aquí la segunda) que hizo La Nación, para aquellos interesados en un más detallado pormenor, no sin antes aclarar que la frase que encabeza el presente post, pues a eso de 'So Lonely', Sting cambió dos veces las líneas diciendo 'Welcome to the Andy Summers show' y luego '... the Stewart Copeland show'; quienes conozcan la letra de esa canción entenderán perfectamente.
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Mientras eso, me quedo con el buen sabor de boca, dos horas y cuatro mil kilómetros después. A las pruebas me remito. ¡Valió la pena!


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24 noviembre, 2007

En La Red De La Mar: Outstanding!

Dice el individual celeste, de papel:

"Doña Isolina Vargas Reyes inició su negocio en 1981. Con cuatro hijos a cuestas y una buena sazón como principal activo, doña Isolina pasó un día por la calle La Mar y vio que se traspasaba una cebichería. Sin mucho que perder y más ganas que experiencia, decidió invertir su pequeño capital y habilitó una pequeña barra donde servía platos criollos (...) Pronto se hizo conocida por sus tallarines verdes con apanado y por su seco con frijoles. Hoy, veintincinco años después, su sazón se mantiene en manos de Miguelina, Juanita y Zarella, sus fieles cocineras (...) La Red mudó la pequeña barra de antaño para convertirse en un restaurant acogedor, manejado por José del Castillo, hijo de doña Isolina y chef de profesión, quien ha incrementado notablemente la variedad de la carta."

Hace cosa de diez años, El Papi, El Goldo, Julio Tijero y yo llegamos un mediodía soleado a almorzar a La Red, en La Mar Nº 391, para cambiar el menú de los restaurantes a los que regularmente íbamos en Lince y San Isidro. Al entrar, Tijero con su vocezaza saludó familiarmente a Isolina con un "¡Acá te traigo unos amigos a almorzar! A ver qué nos puedes ofrecer, para ver si regresamos...". Lo que nos ofreció, por cierto, nos ha hecho regresar a todos mientras pudimos (hoy en Lima sólo quedo yo, pues El Papi anda por la Isla, El Goldo en Cannabis y Julio Tijero se fue pa' La Habana, asi que ya el asunto como que se estaba volviendo unipersonal). Precisamente este mediodía he vuelto con Viviana y Papita y compusimos algo así como un bola'alcentro (más o menos como en los tiempos de las causas que nos pedíamos entre los cuatro antes citados) que constó de (¡gluc!): tiradito criollo, tiradito de rocoto, sudado de pescado con yucas (¡sluips!) y un sabrosamente descomunal arroz con mariscos bien risottado, con un leve y casi imperceptible toque de parmiggiano (no como solía hacer cierto exalumno del Colegio Italiano, que echaba a perder el apetito de los comensales cuando chantaba harta cebolla y litros de aceite de oliva a cada cosa que se zampaba).
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Es la comida peruana. Sí. Es la comida peruana. Las texturas suaves de los tiraditos con sus combinaciones de ácidos y dulces, lo crocante de los mariscos, el caliente pescado deshaciéndose en la boca entre dejos de culantro, la suavidad de la chicha morada, la cancha salada en su punto... Realmente impagable, o tal vez sí, muy bien pagable con los S/. 81 que salió todo el convite. ¿Dónde, en ultramar, podríase comer tan bien y a esos precios...?
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Con la foto de un atún sobre tacu tacu, los dejo glugluteando con algo de la nueva carta: Pulpitos Enanos Salteados con Tacu Tacu (S/.23), Rocoto Relleno de Camarones (S/.17), Seco de Conchas con Tacu Tacu de pallares (S/.23), Pulpo a la Parrilla sobre Causa al Pimiento (S/.25) o, finalmente, con un Saltado Oriental de Atún (S/.24)... Otra vez ¡sluips!
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(¿Ya ven? ¿Pa' qué se van pues?...)

20 noviembre, 2007

Prior To Blow, Make A Wish: ¡Feliz Aniversario, Baliente Metrónomo!

"¡Alábate, coles!", decían mi abuela Ana y mi mamá -no sé bien por qué- cuando uno se dedicaba al autobombo.

Pero en fin, como nadies más que yo se acuerda de que siendo hoy 20 de Noviembre y que la Tierra ha completado su segunda órbita alrededor del Sol desde que esta página vio por primera vez la luz en un ya lejano 2005, amerita un ¡feliz aniversario, Baliente Metrónomo!, ¡bien jugado ahí!
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Happy birthday to you, happy birthday to you,
Happy birthday Baliente Metrito (risas)
Happy birthday to you!
(Con palmas) ¡Tarantarán tan tan...!
Cumpleaños feliz,
Te deseamos a tís
Cumpleaños felices,
Te deseamos a tísssss...

¡Sopla, sopla, Metrónomo!, ¡deseo!, ¡deseo!...
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18 noviembre, 2007

Txilca, En Dimanche (Cartel: "Se Vende Aceitunas")

Genial la idea de Hernán y que prestamente secundó Juan Carlos (lástima nomás que no estuvieron...): Augusto, El Baliente Metrónomo, Yazmin y Jimena, en la heredad de Chilca.

La insoportable levedad del ser: Santiago en plena levitación.


Los Molinos de Chilca, acabando el día (Foto: Santiago)


Competencia de Columpios, Jimena y Vivi Lucía.

17 noviembre, 2007

Carta Abierta


Al Excelentísimo Señor Juan Carlos de Borbón, Rey de España y de Galicia También:

Mi muy querido Don Rey Usté:

Que no sabe la encojona’a que me he mandado al escucharlo al Chávez gorila ése dirigirse a Ud. y al zapatero que llevó Ud. de escolta con esos términos tan tropicales que usan allá en las Indias. Sepa Ud. Don Rey que cuando lo vi levanta’ la mano p’hacerlo callar yo pensé “¡Chávez menudo cabrón, eso sacas por meterte con nuestro Rey!” y a Ud. se le vio muy puesto con su mano así, como cuando su tatarabisabuelo mandaba callar al mío en el demesne de Obradoiro, según me contó papá. Siga Ud. así, que pa’ eso lo hemos escogido democráticamente en las urnas y no tenga Ud. apellido conocido, que digamos.

Quiero decirle que acá en casa ya todos estamos practicando su “¡Por qué no te callas!” en ritmo de muñeira, pa’ la siguiente ve’ que Ud. venga pa’ A Coruña. El Manolito –que este mé’ ya cumple sus doce año'- hasta se va’prendé una poesía pa’ dedicá’sela a Ud. y a la Reina Sofía, y lo que e' la Carmiña, mi mujé’, dice que se va’smerá con una olla de lancón con grelos, queimada y palometas fritas en adobo que van’estar (¡mire que no e’ vanidá’!) así como pa’ chuparse los dedos (lo que es un decí’ porque ya sé que los Reyes de España ni se chupan los dedos ni hacen la caca; el Papa sí, porque es alemán).

Por favor, déle mis saludos a la Reina, al buenote de Felipe que me cae tan guay, al Conde’e Marichalá’ a pesar de que se ha ido y me la ha dejado sola a l’Infanta y también a todos sus nietitos, que están muy majos.

Su sú’dito,

Manolo G.

04 noviembre, 2007

So Long Master, So Long...

Es una pena decirlo, pero habría que pensar en jubilar a ciertos escritores. No tengo nada en contra de los años, a decir verdad –especialmente desde que los vengo acumulando sin fin-, pero el hecho de hacer del escribir una profesión de toda la vida tal como podría haber sido -no sé…- el administrador de la agencia de correos de Sunampe, expone a que la necesidad (o mejor, anagramáticamente, sí la necedad) de las editoriales que giran cheques de adelanto a los escritores de sus feudos nos traigan cosas de tan pobre calidad como ésta de la que hoy me ocupo.

La tarde de este domingo, contrariando mi habitualidad miraflorina, después de tres años me he dado una vuelta por el Jockey Plaza. Después de almorzar unos ricos linguini con la family, entramos a la Librería Crisol, emporio del cual tengo siempre cercanas noticias gracias a Juan Carlos y a Augusto (mis recorridos por las librerías carecen de propósito: me he dado cuenta de que no hay modo a estas alturas de mi vida que mis exiguos conocimientos literarios se nutran más allá de lo que impone el mainstream, tanto así que dudé al preguntar por el libro de Bolaño si el nombre era “Los Detectives Salvajes” o “Los Detectilocos”… infiérase, pues, si no es una soberana raza que me mande encima a rajar de una novela). Pero a lo que iba... Entre que sonreía al ver que Vivi Lucía raudamente ponía una copia de “Lecciones De Origami” en la parte más visible del estante de “Narrativa Peruana” (habían colocado varias en los niveles más bajitos, sin que ello tenga que ver -por supuesto- con la extraordinaria calidad de la pluma de Effio, la cual se tarifa en S/.25 el ejemplar) vi amontonados, muchas copias de “Las Obras Infames de Pancho Marambio”, la última novela de Bryce (“¡Debe ser mejor que Effio!” -pensé- “¡Manya!... S/.39 el ejemplar”).

Yo soy hincha intransigente de Alfredo Bryce, pero sólo hasta “La Amigdalitis de Tarzán”, “Guía Triste de París”, de 1998 y 1999, respectivamente, y por ahí, hasta “Doce Cartas a Dos Amigos”. Ni “Entre La Soledad y El Amor”, “Permiso Para Vivir” y peor aún, “El Huerto de Mi Amada” hacen los que dos páginas de las andanzas y desventuras de un Pedro Carrillo, de Octavia de Cádiz o ya, de perdis, de un Manongo Sterne. Supongo que presenciar estos últimos diez años en la vida literaria de Bryce, amenizada con los temas de los plagios y marcada por un generalizado decaimiento personal, ha sido algo así como ver a Hugo Sotil jadeando sus resacas en el segundo tiempo de un ardoroso Espartanos versus Atlético Torino en el Campeonísimo de Talara. Ayer montañas, hoy sólo escombros, ¡qué pena! Pero tan igual que a la policía, a Bryce se le respeta, más aún si aparece en la contratapa con un bow tie de lo más mono. “Entonces… ¿compramos Charly Boy?”, me volví a decir. “Guantanamera un ratón.” -pensé- “A lo mejor más Tarzán, como dijo Jane.”. Fui a la sección “Narrativa Universal – Paperback” (es decir, más o menos como si un lego musical fuera a la sección donde se compran discos bamba de Yo-Yo Ma) porque supuse que “El Tercer Hombre”, “El Beso De La Mujer Araña” y “El Hombre Que Fue Jueves” -en promedio cada uno a S/.18- me demostrarían palmaria y chauvinistamente que Graham Greene, Manuel Puig y Gilbert Chesterton están todavía a largos S/. 7 de la calidad del autor de “Lecciones”, que es bien peruano y huancaíno, para más señas. “¿Y lo de Marambio, Charly Boy?”, dije otra vez, “Ahí está, mira, con su portadita verde, guiñándote el ojo…”. Y fue entonces que hice la de mi amigo Cachito Marimón (aquél que cuando recibía la botella de cerveza en plena rueda pateaba el suelo y con voz afeminada decía “¡Ay, qué cólera!”) y pensé “¡Ya, pe’ qué chucha!... démosle al queridísimo maestro Bryce el beneficio de la duda, porque –como solía decir otrora a distantes corresponsalas- siempre lo prometido es duda”. Chapé mi copia, me dirigí a la caja, pagué (treinta y nueve solzasos, debo repetir) y de allí a la Subaru para emprender la vuelta a casa.

Ahora mismo son las 9:30, algo así como una hora después de haber abandonado la infame obra llamada “Las Obras Infames de Pancho Marambio” (¡qué capo el buen Alfredo!: con la mayor concha del mundo se burla del lector desde el título), con la firme promesa de jamás volver a leer nada más de este horroroso esperpento –aclaro- justo en la página cuarenta (es decir, a razón de casi S/.1 por página). En una mélange digna de los últimos capítulos de “La Tía Julia y El Escribidor”, Bryce se arranca con una serie de situaciones inverosímiles que empiezan con un anacroniquísimo e impensable abogado limeño que se retira y se va a vivir a Barcelona, comprándose un departamento que va a remodelar un tal Marambio –integrante de la patota (sic) de cuarentones, solterones y todo lo que termine en ones, incluyendo, desde luego, huevones- y se arma la casa de mujeres malas una vez que el primero le deja pagado por adelantado el íntegro de la remodelación mientras se va de viaje por meses sin poder evitar el bad kharma de la familia, que es el alcoholismo que empiezan a acarrearle los whiskies dobles como Dios manda, cliché que usó exitosamente en obra previa pero que aquí, francamente, sabe a sebo recocinado, como todas y cada una de las situaciones que plantea la novela, por lo menos hasta donde dejé abandonada a su suerte a toda esa recua de personajes rebuscados, predecibles y tan faltos de humor. “¡Pucha, Charly!” -pensé- “A este paso, las aventuras de Agnes Pinzón en La Jolla –Sic-, San Diego, California podrían ser más que un best seller -o sea, un better seller- si alguna vez te animaras a pasar de la segunda página que tienes escrita…”. Sin pretensión, ni más, ni menos.

Más que por el dinero tan mal destinado, me he lamentado el no disponer–como lector- de alguna herramienta que me permitiera sugerir a mi novelista favorito que su mejor momento ha pasado (dichosos los poetas, digo, a los mejores entre éstos con las justas se les recuerda por dos o tres poesías y punto). Si dije acerca de que “Travesuras De Una Niña Mala” deja mal a un Mario Vargas queriendo contar cosas a lo Bryce (el de antes), seguramente es porque creo también que tampoco me gustaría verlo envejecer escribiendo tan mal como lo hace Alfredo en estos días. Una pena, otra vez. Y aunque dudo que la fama que va a preceder a este adefesio llegue a las habitualmente surtiditas Border’s de Mayagüez, o las librerías posh del Upper East Side o aquellas de Toronto, para que no se pelen tan malamente como yo, debo decirles con la más profunda seriedad que evidenciaría un Melcochita: “¡Naaaaa comprennnn...!”: tal vez suene duro decirlo, pero este libro no vale ni un sol la página...

30 setiembre, 2007

I Saw Them Standing There

Sin palabras... Nunca había oido de esta reunión y, de cazuela, la chequeé webeando por YouTube.

En la 3rd Annual Dinner del Rock & Roll Hall of Fame; Waldorf Astoria, New York, NY, 1988. ¡Una joyita...! Sencillamente, see them all outstanding there!

24 setiembre, 2007

"......" (Marcel Marceau, dixit)

Yo no vi a Marcel Marceau cuando actuó en Lima, allá por 1987. Ese día fueron mi hermana Carolina y mi papá, hasta donde me parece recordar. Del genial mimo -básteme decirlo- además de la singular y oximorónica actuación de su sonoro '¡No!' en la 'Silent Movie' de Mel Brooks, sólo recuerdo el comentario que hizo mi padre tras que mi hermana lo codeara por roncar en aquella única función que dio en Lima: '¡Bah!... ¡Alo lo hacía mucho más gracioso!...' Y ya que el buen Marceau ha dejado de mimear (¿mimar?, ¿mimonear?) en este valle de lágrimas desde ayer, me voy a permitir explicar la razón de tan descabellado comentario de mi padre, sin temor a opacar la bien ganada reputación (me refiero a Marceau, por supuesto) de ser el mejor mimo del mundo.

Yo era entonces Alo, tenía yo unos nueve años y cursaba el tercero de primaria en el Colegio San José de Chincha, cuando a la Señorita Alicia se le ocurrió presentar en la actuación de la primavera un acto cómico. Una mañana pidió voluntarios e ideas para hacerlo; cuando eso pasó, sólo Gustavo Herrera y yo levantamos la mano. No recuerdo ya los pormenores del casting ni los procesos previos, el modo en que fuimos seleccionados o los ensayos. Lo que recuerdo sin escalas es el soleado día en que me tocó presentar aquello ante toda la asamblea, que era como llamaban las monjas y los místers (muy canadienses y muy rubiecitos todos ellos) a la reunión de todas las secciones en la cancha del fondo. El sol estaba radiante a las once de la mañana, hora en que empezaría la actuación, tendría a las secciones formadas alrededor del escenario rectangular que marcaban los límites de las áreas alrededor de las canastas de la cancha de básket; por cierto, gracias a mi participación en este sainete mudo -sólo por esta vez- había evitado aparecer una vez más con el acordeón colgado de los hombros a interpretar 'Si La Reina De España' u 'Ondas Del Danubio'. Supuse que los actos de las otras secciones iban avanzando a medida que la Señorita Alicia me terminaba de maquillar dentro de nuestro salón. 'Mírate ahora en el espejo', me dijo Alicia cuando me dio la última pincelada sobre la cara. Ahí estaba yo: pantalones y camisa blancas, polvos faciales blancos, bigotes pintados con betún y -coronándome- el enorme y blanco gorro de cocinero. Gustavo, disfrazado más livianamente como el chef de cuisine, se reía a carcajadas de mi aspecto. Casi tapado por dos compañeros de los más altos, caminé hacia el patio de cemento áspero donde haría mi début histriónico de la mano de la Señorita Alicia (sin mayor evidencia, se rumoreó hacia final de ese año que Mario había encontrado a Alicia en circunstancia demasiado cercana a Mr. Robert -alias Mr. Chivato- en el salón de la biblioteca, tras abrir inadvertidamente la puerta y comprobar que ambos balbuceaban explicaciones tan incoherentes como no solicitadas, pero eso ya es otra historia).

Del acto, la mayor parte del cual fue de total y absoluta improvisación, recuerdo poco. Gustavo gesticulaba algunas órdenes a un cocinero desmañado y distraido (o sea, este pechito) que no se percataba que tendría que preparar un menú para veinte personas sin tener nada en las alacenas de su cocina. Una vez que Gustavo se retiraba de escena -cosa que las más de las veces sólo intentaba hacer, puesto que yo le retenía con alguna bufonada gesticular que le enfurecía- quedaba yo solo en el escenario, delante de los chicos (kinder, transición, primero y segundo años) y, peor aún, de la severa mirada de los grandes (cuarto y quinto años, más los invitados y un montón de padres de familia; mis padres creo que esa vez tampoco estuvieron, pero a falta de ellos, estuvieron los ojos de Chicho y de Alfredo, con todas seguridad). Recuerdo que dudé un instante antes de empezar cabalmente mi número: ni siquiera para tocar el acordeón antes había estado solo en una actuación delante de tanta gente. Aspiré hondo.

El cocinero empieza a hacer elocuentes muecas de preocupación cuando de pronto se da cuenta de que el el fondo de su cocina pasa rápidamente un ratón. Al no poder atraparlo con las manos, toma uno de sus cuchillos, lo cual le da la fugaz idea de que la musaraña bien puede meterse dentro de la olla. De pronto, observa con más atención su cocina y divisa un insecto rastrero, varios otros voladores y tiene la más grande inspiración. Un brillo en sus ojos y un silencioso voilà! se dibuja en sus labios y pone agua en una cacerola que evidencia ser enorme y pareciera querer llenarse nunca pues desde el imaginario cañito sale apenas un hilo de agua. Comienza luego a perseguir atropellada y cómicamente a todos esos bichos mientars resbala, cae y tropieza en las formas más equívocas posibles. Las carcajadas del público entusiasman al cocinero, que va en procura de más y más bichos, aún rebuscando bajo las patas de las sillas de los presentes y ¡horror!, bajo las minifalderas rodillas de una de las monjas. El cocinero siente el fervor y un brillo mágico brota de sus ojos. Sin embargo, han pasado algunos minutos y el repertorio de muecas y persecuciones ensayados se está acabando. Es entonces que decide improvisar: hace el ademán de sacarse los zapatos y, para hilaridad general, pretende añadir a la sopa también de sus medias. Bajo la costra blanca que el sudor forma sobre la cara del cocinero, el cocinero sonríe: quiere ver la cara que pondrá esa chiquita de ojazos verdes y que estudia en su clase, cuando corra hacia ella haciendo la mímica de que lleva un cucharón con parte del repugnante caldo directamente hacia su boca. El público (su público), se entrega sonriente y comienza a delirar, comienza a delirar, comienza a delirar...

Esa tarde, durante la clase de acordeón que Chicho y yo cursábamos en casa con Pedro (Pierre) Giurfa -un muchacho universitario que en esos años se recurseaba dictando clases de música y de francés- le conté más o menos cuál había sido el argumento en el que se basó mi actuación y la enormidad de aplausos que recibí por ella. Recuerdo que no vi ninguna emoción en él y las palabras que me dijo tras contarle aquello se cuentan entre las primeras desilusiones que tuve en la vida: '¡Ah!' -dijo Pierre- 'Yo he visto antes eso. En la universidad lo hemos presentado como 'La Sopita De Los Pobres' y no con el nombre de 'El Cocinero', como tú le dices. ¡Es un acto que repiten siempre, en todos lados!'. Eso me desarmó por completo. Como casi todo lo que aprendí de acordeón con Giurfa, lo de esa tarde lo tengo relegado al más impío olvido. Por la noche, no obstante, a la hora de comer en la mesa mis hermanos y yo le contamos a mi papá todo lo que había pasado: no recuerdo ni sus gestos ni lo que dijo, pero supongo -a la luz de los años que te hacen vivir circunstancias similares- debe haberse sentido como el padre más orgulloso. Como hasta el día de hoy, ya desde entonces mi padre parecía saberlo todo, por ello esa noche -entre los elogios a Keaton y otros genios de la comedia muda- estoy seguro que también se habló de Marceau.

A decir verdad, ello hizo que amaneciera de mucho mejor ánimo a la mañana siguiente. Al ir caminando la última cuadra hacia el colegio, las miradas de todos, desde los más chicos hasta los más grandes me buscaban y se esforzaban en sonreírme. '¡Buena, Cocinero!, ¡buena Cocinero!', gritaban todos, palmeándome las espaldas a medida que avanzaba. '¡Eres mejor que Chaplín, mucho mejor!' me gritaban los de mi año. '¡Qué risa todo eso que querías que me comiera!' me dijo entonces la chiquita a quien llevé un imaginario cucharón lleno de sopa hecha con inmundicias a la boca. '¡Me gustó mucho!. De verdad, me gustó mucho' fue todo lo que me dijo, dejándome con la sonrisa en los labios y con la certeza de que marcaría el cuadradito del sí cuando le mandara (si hubiera sido posible, esa misma tarde, después de almuerzo) el consabido papelito que garrapatearía con eso de '¿Quieres ser mi enamorada?. Marca en uno de estos dos cuadraditos.' [Y yo a estas alturas aún no sé si lo mejor de todo fueron esos efímeros quince minutos de fama (que a lo mejor fueron las dos o tres semanas en las que medio colegio me llamó Chaplín) o el '¡Ya pues!, acepto' que me regaló la chiquita de ojos verdes y medias siempre caídas que estudiaba en mi clase la tarde en que le hice llegar mi esperanzado papelito].

Y sí, según parece constarle a muchos después de tan el aventurado juicio de mi padre tras esa presentación del mimo en Lima acaso haya sido, alguna vez, mejor que el propio Marcel Marceau.

O a las pruebas me remito, en todo caso.

29 agosto, 2007

Dub, Overdub (Or Whatever)

En 1991, Lenny Kravitz popularizó 'It Ain't Over 'Til It's Over' (la frase se atribuyó en 1973 a Yogi Berra, conocido beisbolista de expresión cantinflesca). Ese año, Mutya Buena - descendiente de filipinos y ex Sugababes- tenía apenas 6 años y Vivi Lucía, que fue quien me hizo conocer que el nombre de la canción y luego ubicar a la intérprete, aún no había nacido.

A fuerza de dub (o de overdub, or whatever) y del mismo modo en que, por ejemplo, Simply Red hizo de 'Sunrise' un feliz cover de 'I Can't Go For That' de Daryl Hall & John Oates, Mutya Buena logra un buenísimo 'Real Girl', subiéndose al coche de 'It Ain't Over...'.

Suena bien, tiene excelente fotografía, me gusta y por eso lo pongo. No en vano tiene más de 1.3 millones de vistas en YouTube. Y Mutya no lo hace nada mal, pese al diente de metal, la verdad... Soda Stereo En Lima
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28 agosto, 2007

Lo Que Nunca Hay Que Perder

Tras el terremoto de México en 1985, visité el Distrito Federal de paso a Guadalajara, para ver a Chirrín. Unos amigos cariñosos y entrañables, los Hernández (tropa de seis hermanos, todos chilangos y aficionados al futból, como evidencian ciertos testimonios gráficos ya gastados por el tiempo y el olvido), me contaron lo siguiente: "¿Tú sabes por qué los chistes sobre el terremoto salieron recién cinco días después de que eso pasara?... Fácil: ¡es que estaban desenterrando al que hace los chistes!..." Buen ejemplo. Pese a la catastrófica proporción de ese sismo, los defeños no perdieron nunca el sentido del humor.
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Pareció suceder lo mismo con 'Tripita', payaso pisqueño, cuyo caso fue expuesto por la televisión y la radio locales. Jember Hernández -tal es su nombre- tiene 31 años y a causa del sismo perdió a once de sus familiares. Afirmaba Jember que felizmente pudo recuperar sus disfraces de entre las ruinas de su vivienda y al día siguiente estaba ya en las calles, con un enorme cargamento de buen humor. Los chicos lo conocen ya como 'Payaso Terremoto'.
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Acaso ya, a tantos días vista, sea hora de poner una sonrisa en los labios de todos nosotros. Como en la película "Chaplin", cuando a Charlie le comentan la muerte de alguien muy querido:
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- And... what do we do now, Charlie?
- (Charlie, mirando a la nada) Smile...!".
..
Toca una smile general, entonces. A la una, a las dos y a las..

Natalie Cole, "Smile": 'If you smile through your fear and sorrow / Smile and maybe tomorrow / You’ll see the sun come shining through for you...'

21 agosto, 2007

Back In Business

Su friendly neighbour, el Baliente Metrónomo, insta a los buenos amigos que siguen estas líneas a emular al niño chinchano (o pisqueño) de la foto (cortesía austinia, Flicker) y ponerse en acción a fin de colaborar con los movimientos de ayuda destinada al Sur Chico. Toda ayuda es útil en estas circunstancias tan difíciles.

No obstante el difícil trance que la provincia está padeciendo, estoy convencido de que vamos a saber reponernos, y que el país podrá ver cómo nos levantaremos, con debida garra y muy sentido pundonor.

¡Vamo' Chincha! ¡Fuerza ahí!

15 agosto, 2007

Mis Cinco: Las Favoritas

War, children, its just a shot away / Its just a shot away...
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"Gimme Shelter" - Rolling Stones: compendian la psicodelia que aprecié durante la niñez a través de pantalones de diolen acampanados, tacos altos y toda la parafernalia jipilina. Reconocimiento al rock de todas las grandes bandas británicas y a tantos hechos musicales que descubrí después, ya adulto.
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Se na bagunça do teu coração / Meu sangue errou de veia e se perdeu

"Eu Te Amo" - Chico Buarque: canción dulce que habla de un amor carnal y revelador, de camisas sobre blusas y bagunças, de sangres erradas que se pierden en otras venas... Tributo al tiempo en que redescubrí la música a través de Brasil, al tiempo de los mejores amores y excelente compendio de lo que profeso por todos los ritmos de esta cálida parte del mundo.

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When the thought of what could happen / Takes your breath away
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"Moonlight" - Sting (soundtrack de 'Sabrina'). La canción más perfecta para reconocer el momento en que uno ha sido doblegado por la certeza de que el sentimiento existe. Ideal para compartir un amanecer.
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Because I'm a blues man / But I'm a good man, understand
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"Blues Man" - B.B. King. Mi humble tribute a la pasión que debo al blues de guitarras y fondo de piano: el que se escucha a ojos cerrados, taconeando con el pie izquierdo...
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The bright blessed day, the dark sacred night / And I think to myself, what a wonderful world!
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"What A Wonderful World" - Louis Armstrong. Por todo lo que le debo a la humanidad y al entender que la belleza vive en algo tan simple como una caricia o en el admirar, absorto, el momento en que la noche sucede al día.

14 agosto, 2007

Peruano Como El Cebiche

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El pasado domingo 12, CNN difundió un especial de una hora de duración "Mario Testino: Revealed", espacio que cubrió los logros de tan singular compatriota, observador de privilegio de la vida de muchos personajes famosos de actualidad. Delante de su cámara han desfilado los más prominentes personajes de la realeza británica (Camilla incluida), supermodelos (Gisele Bündchen, Naomi Campbell, Kate Moss) y cientos de artistas y músicos (entre muchos otros: Madonna, Jude Law, Angelina Jolie, Janet Jackson, Kim Basinger). Dice de él la biografía de Vogue: "Su popularidad entre diseñadores y editores de modas se basa fundamentalmente es su profesionalismo y buenas maneras, además de la infalible habilidad de capturar hermosas fotografías que venden; (...) Testino rehúsa analizar su trabajo, prefiriendo catalogarlo más como una experiencia visual que como un cometido de índole intelectual."

Del especial de CNN entresaco alguna de sus frases:

[Hablando desde una suite del Hotel Park Plaza, disfrutando de la silueta de Miraflores] "Mi padre era italiano, mi madre de ascendencia española e irlandesa... Venir al Perú es reconfortante. Adoro la calidez de la gente. La gente es muy cálida. Y cada vez que estando lejos leo o veo algo relacionado con mi país, realmente me emociono."

[Acerca de sus fotografías] "Quisiera creer que con ellas hago la diferencia."

[En su estudio, en un descanso, tras fotografiar a Kate Moss] "Ahora sí puedes tener un close up de mi cara..."

[En su estudio, durante la misma sesión, acerca de las personas que posan para él] "No son mis fotografías, son sus fotografías."

También por Testino, ¡viva el Perú!.
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Madonna
Meg Ryan.

Elizabeth Hurley

12 agosto, 2007

¿Nueva Leyenda Urbana?: El Cromosoma "Y" Supernumerario

(Radiografía multidimensional del cráneo de Margret Feller, 59 años)
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En días recientes se difundió a través de diversas agencias noticiosas la operación practicada a Margret Feller, alemana de 59 años, mediante la cual se extrajo de su cavidad craneal un lápiz, el que alojaba –según su testimonio- desde los cuatro años de edad.

A propósito de tan extraordinario logro de la medicina contemporánea, nuestro habitual colaborador, el Lic. Manolo García del Instituto de Investigación Psicológica de A Coruña. Galicia, nos ha remitido documentación gráfica confiable relativa a un caso verificado años atrás, el que se mantuvo en estricto secreto y en virtud de la cual se soslayaría que dicho desorden no sería atribuible a causas puramente mecánicas, sino que evidenciaría un especial caso de distorsión genética achacable al aporte paterno de un cromosoma adicional (Y), que configuraría el Síndrome “S”.

El Lic. García ha adjuntado copia facsimilar de la radiografía practicada hace unos años a un individuo norteamericano de iniciales H.S., el cual, presuntamente, pertenecería al mismo origen familiar de la citada Sra. Feller.
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Según ciertos cálculos del Lic. García, la fecha probable de concepción de dicha paciente coincidiría con la estadía del padre biológico del primero de los nombrados en condición de integrante de las tropas de ocupación norteamericanas en Alemania. Más aún, como proponen ciertos mitos urbanos que entran al imaginario popular a través de argumentos supuestamente ficticios –añade García- la demostración palmaria de que los antecedentes del evento serian perfectamente rastreables, una conocida serie de televisión habría recogido un supuesto encuentro entre ambos pacientes, eventualmente ocurrido en Inglaterra a mediados de la década pasada.


Entendiblemente, tan polémica revelación causará revuelo en los círculos médicos más competentes de ambos lados del Atlántico.