Estima'o Metrónomo: ¡Coño que e' difícil encontrarte por el teléfono, chaval!. Era p'avisarte que te estoy mandando una notita que ha hecho mi hermano er Curro, qu'e'tudia en la Facultá de Hacer Avione', acá en A Coruña, pa'l tablón'e notizia'. A ver si te e' de utilidá allá pa' que lo cuelgues en tu bló alguna vé, porque sé que tú anda' con to'o eso de la ciencia. Un abrazo, y te dejo porque sigo en lo de hace'me alguno' duro'. Afe'tuosamente, Manolo.
Gestores del Sueño de Volar: Newton, Bernouilli y García.
La explicación más sencilla acerca de cómo se produce el vuelo de un avión -ese heroico esfuerzo del hombre moderno para rebatir efímeramente la gravitación universal, cuyas leyes enunciara Isaac Newton- consiste en que el diseño del ala permite que el aire circule más rápido por su parte superior y más lento por la inferior, estableciendo una diferencia entre ambas presiones y suspendiendo así el avión entre dichas fuerzas; este descubrimiento fue gestado a partir del tratado matemático de Jakob Bernouilli, cuya principal verificación dictamina que, al aumentar la velocidad del aire circundante, la presión de éste disminuye.
La reciente y trágica caída de una avioneta sobre un edificio en Manhattan, por causas que se atribuyen fundamentalmente a factores meteorológicos, vuelve a poner sobre el tapete con vigorosa validez lo postulado por el Ingº Manuel García -mi padre-, fundador de la Escuela Gallega de Hacer Aviones. Sus postulados, relegados al indiferente y discriminador olvido que propiciaron algunos indoctos detractores, cobran más vigencia si se tiene en consideración la nula tasa de accidentes de aeronavegación verificados sobre Galicia.
Las investigaciones iniciales del Ingº García se remitieron a la observación de dos factores fundamentales, curiosamente ambos de origen acústico antes que de índole aerodinámica (ésta fue razón ulterior para el severo cuestionamiento a sus conclusiones). El primero está vinculado, se cuenta, con el rumor del viento que percibió durante muchas tardes de su niñez, la mayor parte de la cual transcurrió entre las comarcas de Quintana y Obradoiro. Se dice que al quedarse dormitando bajo un olivo cerca a la alquería familiar (negar el símil con un juvenil Newton bajo un célebre manzano sería pecar de falsa modestia), oía cómo el aire de la campiña entraba de modo atropellado en sus orejas, maravillándose con esa breve y silenciosa turbulencia, por lo que daba en voltear la cabeza una y otra vez a fin de permitir al viento dar de lleno en sus dos pabellones auditivos; este suceso lo marcó permanentemente, dejando en su persona esa especie de tic según el cual parecía decirle no a todo, ocasionándole no pocos malentendidos y granjeándole una infundada fama de pesimista. Lo segundo -crucial para el desarrollo de su monumental 'Vamo' A Volá...', publicado en entregas semanales por el diario 'El Ideal Gallego' entre 1935 y 1936 y que condujo a la construcción del prototipo Manolo I (al que llamó así en honor a su primogénito)- fue la constrastación de la evidencia física cuya liaison con la aeronáutica era largamente sospechada, la cual recoge la sabiduría popular en ciertas tonadas, especialmente en aquella que dice "Aires airiños, aires da miña terra / Aires, airiños, aires, airiños, levame a ella / Sin ella vivir non podo / Non podo, ay, vivir contento...". De todo ello -y el espacio aquí es mezquino para esclarecer con precisión técnica un pormenorizado alcance de sus sesudas investigaciones- bastará resaltar que el Ingº García coligió, inspiradamente, que eran los aires propios de nuestra Galicia los más indicados para efectuar vuelos y no los de otras latitudes (acaso lo fueren también los del área de Buenos Aires, Argentina, aunque ello no se ha verificado a la luz de esas investigaciones).
Acompaño foto del monumento recientemente develado frente al ayuntamiento de Obradoiro en honor a su hijo predilecto, el Ingº Manuel García, recordando los setenta años de la construcción del Manolo I, importante hito de la aeronáutica mundial.
Gestores del Sueño de Volar: Newton, Bernouilli y García.
La explicación más sencilla acerca de cómo se produce el vuelo de un avión -ese heroico esfuerzo del hombre moderno para rebatir efímeramente la gravitación universal, cuyas leyes enunciara Isaac Newton- consiste en que el diseño del ala permite que el aire circule más rápido por su parte superior y más lento por la inferior, estableciendo una diferencia entre ambas presiones y suspendiendo así el avión entre dichas fuerzas; este descubrimiento fue gestado a partir del tratado matemático de Jakob Bernouilli, cuya principal verificación dictamina que, al aumentar la velocidad del aire circundante, la presión de éste disminuye.
La reciente y trágica caída de una avioneta sobre un edificio en Manhattan, por causas que se atribuyen fundamentalmente a factores meteorológicos, vuelve a poner sobre el tapete con vigorosa validez lo postulado por el Ingº Manuel García -mi padre-, fundador de la Escuela Gallega de Hacer Aviones. Sus postulados, relegados al indiferente y discriminador olvido que propiciaron algunos indoctos detractores, cobran más vigencia si se tiene en consideración la nula tasa de accidentes de aeronavegación verificados sobre Galicia.
Las investigaciones iniciales del Ingº García se remitieron a la observación de dos factores fundamentales, curiosamente ambos de origen acústico antes que de índole aerodinámica (ésta fue razón ulterior para el severo cuestionamiento a sus conclusiones). El primero está vinculado, se cuenta, con el rumor del viento que percibió durante muchas tardes de su niñez, la mayor parte de la cual transcurrió entre las comarcas de Quintana y Obradoiro. Se dice que al quedarse dormitando bajo un olivo cerca a la alquería familiar (negar el símil con un juvenil Newton bajo un célebre manzano sería pecar de falsa modestia), oía cómo el aire de la campiña entraba de modo atropellado en sus orejas, maravillándose con esa breve y silenciosa turbulencia, por lo que daba en voltear la cabeza una y otra vez a fin de permitir al viento dar de lleno en sus dos pabellones auditivos; este suceso lo marcó permanentemente, dejando en su persona esa especie de tic según el cual parecía decirle no a todo, ocasionándole no pocos malentendidos y granjeándole una infundada fama de pesimista. Lo segundo -crucial para el desarrollo de su monumental 'Vamo' A Volá...', publicado en entregas semanales por el diario 'El Ideal Gallego' entre 1935 y 1936 y que condujo a la construcción del prototipo Manolo I (al que llamó así en honor a su primogénito)- fue la constrastación de la evidencia física cuya liaison con la aeronáutica era largamente sospechada, la cual recoge la sabiduría popular en ciertas tonadas, especialmente en aquella que dice "Aires airiños, aires da miña terra / Aires, airiños, aires, airiños, levame a ella / Sin ella vivir non podo / Non podo, ay, vivir contento...". De todo ello -y el espacio aquí es mezquino para esclarecer con precisión técnica un pormenorizado alcance de sus sesudas investigaciones- bastará resaltar que el Ingº García coligió, inspiradamente, que eran los aires propios de nuestra Galicia los más indicados para efectuar vuelos y no los de otras latitudes (acaso lo fueren también los del área de Buenos Aires, Argentina, aunque ello no se ha verificado a la luz de esas investigaciones).
Acompaño foto del monumento recientemente develado frente al ayuntamiento de Obradoiro en honor a su hijo predilecto, el Ingº Manuel García, recordando los setenta años de la construcción del Manolo I, importante hito de la aeronáutica mundial.
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