16 noviembre, 2008

Nosferatu, Entre Líneas


"Whatever happened to Lestat I do not know. I feed on those who cross my path. I'm a spirit of preternatural flesh: detached, unchangeable, empty." ...............Louis, “Interview With The Vampire”, 1994
.
.
Hace un par de semanas, mientras hacía tiempo en uno de los dos novísimos malls de Trujillo esperando a que diera la hora de volver a Lima, decidí pasar por Crisol, a ver si encontraba algún libro de esos que podemos llamar de entretención. Frente a la entrada, en una pila de no menos de treinta ejemplares, estaba mostrado como novedad “El Canalla Sentimental”. Tomé uno para mirar la etiqueta del precio y leí “S/.45.00”. "¿Bayly por S/.45? mmmm…, por ahora no.", -pensé, dirigiéndome hacia el estante de descuentos y remates-. A la vuelta, en una esquina proletaria cercana a la oficina de administración, el mostrador de gangas mostraba novelitas en edición de bolsillo a increíbles S/.6.50. Estaba tomando una en las manos (“Billie Morgan”, de un tal Joolz Denby), atraido por la cubierta en blanco y negro en la que un puño que se cierra sobre una mesa oscura luce anillos en todos los dedos -uno de ellos con una calavera y dos fémures-, cuando debajo de él apareció, sobre la portada de otro de los libros en remate, un rostro de anteojos oscuros (tan oscuros como esta otra portada) que me resultó bastante familiar. En letras rojas decía: “El Ansia – Whitley Strieber – La Gran Novela De Culto Sobre Las Ambiciones De Un Vampiro Moderno”. Con un cigarro en la mano y detrás de una bellísima y acuclillada Catherine Deneuve, el rostro familiar era el de David Bowie. “Alfredo…” –pensé- “Deja de buscar mi encargo allá… ¡acabo de encontrarlo!”.
.
* * * * *
.
He empezado el inextricable “El Grito Silencioso” de Kenzaburo Oé, este genio japonés que titula sus novelas tan infamemente (tan bossionamente, digamos). La lectura es lenta y aún no avanzo más allá de la página cincuenta. El estilo sincopado y acaso la traducción (para variar, malísima, en una edición barata de Anagrama) son seguros motivos del retraso. Es el transitorio eso, o el antecedente de que jamás he dejado de terminar de leer una novela. Cuando se trata de novelas que no me satisfacen, en el peor de los casos (verbigracia, la refrita “El Huerto de Mi Amada” o el plomazo “Beau Geste”, tan distante del interesante guión de la película) las leo de tres en tres páginas hasta llegar al final. Algunas me toman tiempo, como “La Guerra Del Fin Del Mundo”, a la cual reivindiqué con una lectura que concluyó algo así como diez años después de haberla empezado. A otras, las ágiles o curiositas, las acabo en dos días, un weekend o en una semana completa de sesiones de WC. En realidad -para mí- vivir una novela depende del estado de ánimo, del tiempo disponible, de lo atractiva que resulte. At the end of the day, a los gustos y colores, se los lleva siempre la corriente (es decir, si se quedan dormidos, como los camarones).
.
* * * * *
.
Los sábados son indeciblemente pajas como para caminar por Miraflores. Antes lo hacía de modo cotidiano, cuando nos albergaba la entrañable y muy querida oficina de Alcanfores. A pesar de que entonces estaba a quince minutos a pie de mi casa, rara vez iba a almorzar hasta allá. Prefería invertir el tiempo de refrigerio caminando hasta Cantuarias, al restaurant vegetariano al que me aficioné y al que procuré llevar a todos y cada uno de los amigos que se pusieron a tiro. El regreso de todos los días era invariablemente por Larco, por la vereda de Interbank y la nueva Crisol, hasta llegar a la esquina con San Martín, en donde se instala un surtidísimo kiosco de periódicos. Cada tarde me detenía a mirar las carátulas de los diarios y de las revistas que la dueña -una señora de unos setenta años- colgaba de modo estratégico. A lo largo de los casi cinco años que pasé por ahí a diario, además de los libros de colección o canje que ofrecen los diarios, la doña fue añadiendo modernidades como CD’s de mp3, DVD’s musicales y hasta de temas sugerentes, cuyas tapas cubría con un pedazo de papel blanco que rezaba ‘Sólo Para Mayores’. Este sábado, después de efectuar mi recorrido procesional y contrito por los bancos a fin de amortiguar -dijo la Sra. María- mis cuentas de tarjetas, di a pie una vueltota por el querido parque de Miraflores, entre y salí de Ripley, y enfilé por Larco con dirección a 28 de Julio. Me detuve, añorante, en mi kiosco; por esas cosas raras, he comprado muy poco ahí, de modo que para la dueña soy nada más que un transeúnte anónimo, apenas el vecino de un vecino que vive entre Colón, Ferré o más allá. Miré las caras bonitas de las portadas de las revistas, di una ojeada a los diarios (“Rómulo León Sostuvo Que…”, o algo así, decían todos) y a punto de empezar nuevamente a caminar me fijé que en la parte alta delante del kiosco, rotando en su bolsita que se opacaba al sol y con un cuadradito de papel escrito con grueso plumón negro que rezaba “S/.15”, parecía levitar “El Canalla Sentimental”, edición bucanera. “Bayly. Quince lucas. Atraco”. Pagué con un billete de veinte. Al darme el vuelto, la dueña ni me miró.
.
* * * * *
.
Santiago es un muchacho bueno. Casi nunca pide cosas estrambóticas o caras, tal como he oído hacen varios de sus compañeros de colegio. Sus pedidos los preludia siempre con un “Oye, papá, ¿tú crees que hoy podamos ir a…?”. Es austero y bastante generoso. El sábado pasado vio que había un chiquito que miraba con evidentes e infantiles ganas de jugar las consolas de videojuegos en el salón Moy, en Larcomar. Santiago se le acercó y le dijo que las fichas se compraban hacia la parte de atrás; el chiquito le dijo que no tenía plata (estaba solo, extrañamente). “No te preocupes” –le dijo- “Acá mi papá me cargó la tarjeta con créditos. Deja que la paso por ti”. La incredulidad del chiquillo era tan solo comparable con la mía. Lo jalé y le dije “Ven. Vamos a la tienda de música. A lo mejor hay algún DVD que quieras”. Hay ocasiones en la que me hace un padre muy orgulloso.
.
* * * * *
.
Si hay algo bonito en leer a alguien que mezcla bien las venas humorísticas y autobiográficas, es que uno se siente también como parte-de. Aquí pasa con varios, especialmente, con Bryce, Sánchez León y con Barrientos (o sea, yo, según dicen algunos generosos áulicos). Pero que alguien que ya no se soporta ni él mismo, que destila rancidez, podredumbre, autodestrucción, escriba sobre sí mismo, a pesar de que sea apenas un supuesto… No sé.
.
* * * * *
.
¡Acá está!”, dijo Santiago levantando un original de ya no recuerdo qué DVD, “¿Puedo llevarlo?”. “Sure”, le dije en inglés con acento de Oaxaca, “Deja que busque alguno que me pueda llevar yo...” y, dirigiéndome al chico que atendía tras comprobar que exhibían en los anaqueles algunos clásicos de los cuarentas, “¿Puedes fijarte si tienes “Beau Geste”?”. Mientras el chico se dirigía hasta su terminal de computadora empecé a revisar qué otras películas viejonas podrían tener a la venta. Tras alguna de “Rocky”, reconocí un rostro de anteojos oscuros que me resultó bastante familiar. En letras rojas decía: “El Ansia – Ningún Ser Humano Ama Para Siempre”. Con un cigarro en la mano y detrás de una bellísima y acuclillada Catherine Deneuve, el rostro familiar de inexplicable dèjá-vu era el de David Bowie. “Alfredo…” –pensé- “Deja de buscar. Deja de buscarlo todo”.
.
* * * * *
.
Las historias de vampiros, como aquella que basó su brillante guión en la novela de Anne Rice, apasionan por la eterna e inconfesable pretensión humana de aspirar las vidas de sus congéneres. Pero, ¿cuál podría ser el costo de tan abominable pecado? Tal como el Lestat que es abandonado a una eterna, inacabable agonía, o como los perpetuamente moribundos compañeros de Miriam Blaylock en “El Ansia”, el castigo es convertirse en seres arrinconados, decrépitos, pestilentes. Empero, como rezago de pretéritos esplendores -tal como un aristócrata caido en desgracia-, ostentan un imbatible orgullo, pretencioso y fatuo hasta la náusea. Algo así como el fingido “Mjm, mjm, mjm…” que remeda cínicamente a la risa puesta en boca de un entrevistador de televisión que cuenta en una novela sin guión -de ésas que se dejan a la mitad y para siempre-, hecha con retazos de intentos de anecdótica habitualidad, sus malos humores, su prosaica cotidianeidad de bisexual itinerante hasta acabar en el acre olor de sus medias sucias. La pretensión de la pretensión, el fingido roce con una miseria plástica en el travelling desde el mariquita-et-enfant-terrible que aborrece ser llamado Jaimito, hasta el adulto cuarentón que no soporta siquiera el hecho de ser padre, mientras ve pasar los días desde el balcón del segundo plano como observador cáustico, astroso y cínico. Cínico, antes que canalla. Retorcido, antes que sentimental. Pobre diablo. Pobre muchacho. Detached. Empty. Como Louis. O peor. Como un Lestat acarreando, como escarabajo estercolero, la enorme y pestilente esfera de una vida inmunda, hecha enteramente de bosta.
.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Metronomo, veo que es Ud. ávido lector de las crónicas vampíricas, por favor no vaya Ud. a caer en el adefesio de Twilight.
PD: Qué son sesiones de WC? Suave con las almorranas!

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Ud., estimado Metrónomo: como dije en previa misiva, el maligno y sus secuaces nunca descansan, de modo más o menos similar al de esos pérfidos obreros de la fábrica de mi hermano, que osan pedir pago doble -¡o hasta triple!- por vacaciones no gozadas.

Este escritorzuelo y entrevistador de televisión homosexual y sometón, contraviniendo el sabio precepto impartido por sus padres, ventila de modo indignante las inmundicias de su vida íntima con un desparpajo que nos deja estupefactos. Y no es que jamás hayamos leído literatura tan basta y replanera, pero nos hemos enterado por muy buena fuente (no cometemos infidencia si reconocemos el mérito de ello en Perica Romaña-Ricketts Chessman de Orbegozo) que en la página sesenta y tres de su más reciente panfleto habla de cómo se mete a la cama con otro hombre, ¡calato, pero con medias!.

Tamaña desfachatez no puede sino inscribirse entre los signos de anuncio del fin de los tiempos. Concurramos esperanzados y píos, caro Metrónomo, al rezo del Santo Rosario y ofrezcamos nuestras preces para que la Defensora del Pueblo actúe deteniendo la distribución y venta de tamaño esperpento y que, además, se exija disculpas públicas a tan protervo autor, a fin de deslindar que las insinuaciones de sodomía y otras abyecciones así de terribles que el susodicho soslaya de algunos conspícuos integrantes de nuestra Obra.

¡Estemos atentos y vigilantes, rogando a nuestros santos para que nos den las fuerzas de alma necesarias de manera que se instale el respeto hacia nuestra santa sociedad y para que esta literatura espeluznante no tenga ya más cabida en nuestro entorno!

En Xto,

Joaquín Larrañaga-León de Quesada Humphrey

Anónimo dijo...

P.S.

Que bonito su can.