24 setiembre, 2006

Fish & Chips


Extraordinario testimonio fotográfico que equipara dos distinguidas plumas de la escena literaria mundial.
Aunque la leyenda no es muy clara por el impío actuar del tiempo sobre los originales, la foto de la izquierda corresponde al reputado escritor Carlos Barrientos Gayoso [se le menciona los dos apellidos, como es de rigor respecto de todo escritor que haya alcanzado cierto merito (merito, por cierto, y no mérito, ya que la comparación es alusiva a la pesca)], en plena y ardua faena anzuelera en las heladas aguas de un estanque de Ingenio (no hay mucho ingenio que aportar, dicho sea de paso, para enterarse que pescar en un estanque rebosante de peces subalimentados no es tarea propia de titanes).
A la derecha, un principante Ernest Hemingway (*), jalando su caña con la carnada intacta, evidencia de que su derrota estaría cantada en este monumental duelo de escritores, aún cuando la competencia se circunscribiera solamente a la pesca de truchas.
(*) Nótese que se menciona a este autor como Hemingway, a secas, y no se le reconoce segundo apellido, no tanto por eso de las costumbres sajonas de omitirlo, sino porque a lo mejor sus alcances literarios no fueron suficientemente exitosos como para merecer el doble patronímico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Han visto cómo han roto todas las veredas de Miraflores, dizque para repararlas? Ay, como si una fuera mensa y no se diera cuenta de que es para promover la elección del 'Cara de Rata' Andrade. No así no se puede, pues. Mi voto es por Carlos y no por el Jémingüey ése. ¡Charles sí, otro no!, las jubiladas del sector Alcanfores también estamos contigo, forever and ever.

Avisa el día que quieras que te preparemos ranfañote, dulce de higos y guargüeros, como el té literario que te hicimos la vez pasada.

¡Charles Alcalde, y que viva Piérola! ¡Que viva el Partido Civil... caráaaacter!

Los hijos negados del Dr. No dijo...

Muchas gracias por la siempre gentil lectoría, Tota.

Haga por favor extensivos mis saludos a Eduviges, a Clotilde, a Remedios, a las gemelas Clementina y Manuela, a todas las chicas lectoras de la promoción 1930 del Colegio La Reparación de Miraflores, en especial a la siempre juvenil Doña Encarnación (¡felices 93! ¡se comió solita la torta!).

Charles.

Anónimo dijo...

¡Demontres!. Testimonios como éstos derriban a mojicones a todo chalado ministril de media sangre que pretenda equiparar la gloria de las letras de Charles, genial y enaltecido procurador de la orden lábara. El pretendido rival de mientes -refiérome a Hemingway- mentado cultor de vicios y otros abarraganamientos, aún cuando relatara centenas de infolios sobre la vida envuelta en esencia de algalias y polvo de arroz, no habrá ha estatura ni para llegarle a Charles a la altura de sus patricios mocasines de terciopelo de Holanda (¡apenas, acaso, para asear sus evacuatorios, relapso impenitente!). ¡Temple, buen Charles! ¡que suenen heliconios y vihuelas ensalzando tus siempre preclaras letras!