03 agosto, 2006

You Take Good Care!

Posted by Picasa

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Creo que hubiera hecho lo mismo de tratarse de Karen Silkwood, John Nash, Erin Brockovich y, por supuesto, del imposibilísimo Leonard Zelig.

Cada vez que ocurre algo similar, Vivi Lucía debe reconocer la monumental cara de estupor que pongo, la media sonrisa, los ojos iluminados y esa especie de febril entusiasmo infantil que me domina. Como la vez en que, junto a ella (y no con ella, porque ella estaba mirando hacia otro lado, o sea, hacia la salida) quedé estupefacto, boquiabierto y patidifuso ante la vista de uno de los dos ejemplares que quedan en el mundo de la primera Biblia impresa por Gutemberg, cuidadosamente preservada en New Haven, en la Beinecke Rare Book Library de la Universidad de Yale (alguien que haya visto y leído algunos cuantos libros podrá hacerse de una idea próxima a lo que significa la contemplación de ese monumento que describo), o cuando, sorteando la mínima seguridad de la Yale Art Gallery, pasé por encima de la cuerda que se interponía entre una escultura de Rodin y yo y la toqueteé a sabor, con el impulso tan humano conectarse con el mundo a través del tacto (la escultura metálica estaba, por supuesto, muy fría y por cierto, no hubo nadie en leguas para llamarme la atención por el desatino). Y no hablo de cuando me quedé al borde de las lágrimas ante la vista de unos grabados de Leonardo exhibidos en el Metropolitan Museum of Art de New York (los cuales, felizmente, no intenté tocar dado que sospeché que con ello probablemente acabaría en algún precinto policial de Manhattan, dándole explicaciones a algún sargento que tuviera la pinta y el acento de Rubén Blades haciendo de tombo neoyorquino).

[Entonces ¿van sumando: admiración, estupefacción, tacto y, como único testigo, Vivi Lucía?. O.K.]

Ayer por la tarde invité a Vivi Lucía a tomar lonche en la recién inaugurada sandwichería Palermo, aquí en 28 de Julio, en Miraflores (para quienes no tengan pajolera idea de quién es Vivi Lucía, aclaro que es mi hija de catorce años, ruda e impagable amixx, chochera musical y antiliteraria, afortunada heredera del ácido sarcasmo del taita; y para quienes no tengan pajolera idea de los buenos sandwiches que venden en Palermo, ¡bueh...! ¡no saben lo que se pierden...!). Después de eso fuimos a dar una vuelta por Larcomar, yo, con la secreta intención de entrar a la Librería Ibero a ver si alguien ya se había tomado la molestia de recopilar mis (muy malos) escritos y en una de ésas, haberme publicado sorpresivamente y sin mi permiso, y ella, con el sagaz propósito de hacerme ir a ver con engaños 'Viviendo Con Mi Ex' (al menos, ver a la Aniston podría haber sido motivador, digo). Entonces...

[Digresión: hace unos dos meses vi un reportaje acerca de la labor en que viene empeñándose (nótese el peruanísimo y delator gerundio) la actriz teatral Wendy Ramos junto con un grupo de clowns voluntarios autodenominados 'Doctores Bola Roja'. Una de sus últimas incursiones consistió en irse a algunas comunidades de la selva -siempre con la consigna del enorme poder sanador de la risa- a socorrer postas y hospitales de poquísimos recursos (o sea, casi todos) visitando a los enfermos, y de éstos, principalmente a los pacientes infantiles. El reportaje mostró, como caso final, la situación de una niña autista de unos catorce años, quien jamás había mostrado reacción a ninguna de las terapias convencionales: cuando los Doctores Bola Roja llegaron y la arrullaron e hicieron bailar con sus instrumentos rarísisimos y sus geniales payasadas, la niña -esto mostraba el documental- abrazó a unos de los clowns, sonriendo. A mí, como seguramente a la mayoría de la audiencia, se me hizo un enorme nudo en la garganta. ¡Cuánta humanidad, cuánta...!]

"¡Cine!", "¡Librería!", "¡Cine!", "¡Librería!", "¡Cine!", "¡Librería!"... Íbamos en eso con Vivi Lucía cuando en uno de los pasadizos de Larcomar (sí, precisamente frente a la crêperie del segundo nivel) había unas cinco o seis personas vestidas estrafalariamente (pantalones anchos, camisas blancas con muchos pines, corbatas de colores chillones) y alguien del mismo grupo tomándoles una foto. Miré bien. Volví a mirar bien. Miré a Vivi Lucía y le dije que no podía creerlo (prestamente, ella reconoció la cara de estupor y uno a uno, todos y cada uno de los síntomas sucesivos... hábilmente, dijo '¡Oh, no! Not again!' y empezó a retroceder dos o tres pasos...).

Me acerqué al tipo que estaba tomando la foto y le pregunté: 'Is he actually him?...'. El tipo dijo (parodiando seguramente mi malísimo inglés): 'Yes. He is himself!'.

[Olvidé mencionar en la anterior digresión algo que va a ayudar al factor sorpresa y al estilo de decirlo todo por cucharaditas y entre paréntesis... Wendy Ramos inspiró parte de su muy altruista obra en una película de 1998 que Robin Williams protagonizó y que se hizo merecedora no sólo a una nominación a mejor filme de los Golden Globes Awards, sino también a una por mejor actuación de papel principal. Es una película que habla sobre un paciente psiquiátrico que alguna vez quiso estudiar medicina: su nombre era Hunter Adams. Sólo que hasta hoy, siempre ha querido que lo llamen por su apodo: 'Patch'.]

Yo: Dr. Adams?...

Él (tipo sesentón, de pelo blanco y larguísimo, con pony tale, corbata gorda y amarilla): Patch!.

Yo: (me corrijo) I'm sorry, Patch. You see... I'm peruvian, and I was just passing by here with my daughter (y elevo la manos hacia my daughter, que precisamente está a siete u ocho pasos y alejándose, muerta del roche). I mean... I saw the documentary about your previous visit and the work you did with Wendy there...

Él: Oh. I'm very pleased...

Yo: Dr. Adams, I just...

Él: Patch.

Yo: Patch. It's a real honor to have you here, in our country (y extiendo la mano, en señal de saludo).

Él (mirándome la mano, primero desconcertado y luego con una enorme y confianzuda sonrisa; mano tibia y firme, énfasis en cada palabra): Oh. Thank you very much. Thank you very much.

Yo: Have a pleasant stay... (y entrando al protocolo yankee, como de un post ut supra). You take good care!

Él: (sonriente) Thanks. And goodbye!.

Y se fue, con su alborotada gente, seguramente a seguir pasando desapercibido entre tantos y tantos limeños que jamás sabrán que estuvieron a tiro de piedra de este buen hombre (quizá no tan grande, quizá no tan heroico, pero buen hombre, sí, ¡buen hombre!). Me quedé con una espectacular cara de bobo mientras Vivi Lucía venía a mi rescate. '¡Pappppá!...' (enfatizando en las 'p', con la boca llena de aire) '¿Siempre tienes que hacer lo mismo...?'.

Me miré la mano como quien ha recibido el toque de Midas.

Le sonreí, mientras me acomodaba mi nueva e invisible nariz de clown y pensé en el largo tiempo que aún me falta para poder contárselo a mis nietos. Y como el Nene Cubillas -contentísimo de la vida- le dije solamente y en un largo abrazo 'Sí, hija. Sí...'
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3 comentarios:

Los hijos negados del Dr. No dijo...

Acotación Sumamente Pertinente:

Mi hermano Lucho me ha dado una llamada para informarme que hay un error contenido en el presente post (algo de veras extraño, pues todos y cada uno de los artículos -antes de ser posteados- son revisados por los acuciosos plumones resaltadores de colores azul y verde de la siempre dedicada Normita Tinoco, nuestra muy informada editora).

El 'camote', 'sweet potato' o 'ipomoae batatas' (como le toca llamarse por pila bautismal) no es de origen andino, como este 'coronista' (porque os tiene de crónicas malas hasta la coronilla) ha soslayado, sino de procedencia centroamericana. En efecto, es un arbusto originario de la zonas tropicales caribeñas de Centro América (y aquí no sé si también de sus costas pacíficas, siempre aclarando) el cual fue domesticado hace unos cinco mil años. Su cultivo en zonas de clima menos caluroso y de mayor altitud tiene data mucho más reciente. El mayor productor actual en el mundo es China, siendo su nombre en mandarín 'kah mo té'.

Ofrezco a la gentil lectoría, en algún ulterior recuento, pormenorizar la historia desde la llegada del 'sweet potato peruvianis' a nuestra templada costa central, hasta su inmortalización en el celebrado landó: "A Sacá' Camote Con El Pie".

Charles.

Anónimo dijo...

Estimado Metronomo:
No se de por vencido tan facilmente. EL "SWEET POTATO" o batata que se conoce por las latitudes caribeñas es un fruto completamante diferente a nuestro "peruanisimo' camote. No solo por origen y nombre, sino por su increible sabor que acompaña tan bien al pan con chicharron y al cebiche. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el origen, pero el Peru muy bien podria ser su cuna, como tantos otros productos que han salido de esa privilegiada tierra.

Anónimo dijo...

you guys make me laugh...

estas mejorando carlits