. Todas las tardes, alrededor de las 6:00, una vez que habíamos acabados con las tareas del colegio y haber tomado la leche, Alfredo, Chicho y yo nos sentábamos sobre la alfombra de la sala a sintonizar Canal 4 en el Zenith de la casa vieja, en Chincha.
Entonces aparecía el logo: Batman. In Color.
Durante media hora, cada tarde, de lunes a viernes, mis hermanos y yo disfrutábamos de cada uno de los 'emisorios' (así los llamaba Chicho) en los que Batman y Robin se enfrentaban a archicriminales de todo tipo, matizando tan justiciera lucha con el humor de modositas correrías en sus respectivas identidades del millonario Bruno Díaz y su joven entenado, Ricardo Tapia, en los quietos pagos de la Mansión Díaz, residencia que -huelga abundar- estaba al pío y diligente cuidado de La Tía Harriet y de Alfred, el mayordomo. Era especialmente grato apreciar la inocua maldad de los villanos (El Guasón, El Acertijo, El Pingüino y la sugerentísima Gatúbela) quienes, embutidos en vistosos disfraces, planeaban los más descabellados intentos para dominar Ciudad Gótica. La Policía estaba siempre a la zaga: el Comisionado Fierro y el Jefe O'Hara, las más de las veces se veían abrumados por las amenazas que los rufianes concebían para cumplir tan despiadados propósitos. Ello siempre ocurría en el primer segmento de las dos medias horas que componían cada capítulo, de modo que al cabo del mismo, el Dúo Dinámico se encontraba -por regla general- en trance de padecer una muerte horrorosa. Gracias a la proverbial inteligencia de Batman y a los singulares adminículos que llevaba consigo en el Baticinturón, el par salía siempre bien librado, venciendo no sólo el mortal apuro, sino también a la incontrastable voz que en off inquiría dramáticamente si aquél sería el fin de nuestros héroes encapuchados (sospecho que en parte la audiencia contribuía para que ello jamás ocurriera: siempre estaba, fiel y consistente, al día siguiente, a la misma batihora y por el mismo baticanal). ¡Oh tempora!, ¡oh, mores!... Tiempos inocentes y de real disfrute que se acrecentaron algún tiempo después con el adicional e inigualado placer de ver a nuestros héroes en la pantalla grande, luchando por salvar el mundo completo con uniforme gris, capa azul, bikini rojo y botines verdes (recuerdo que llegué a pensar, y acaso el tiempo tampoco me desmienta, que aquella fue la mejor película que había visto hasta entonces, comentario que Santiago ha reeditado recientemente, tras salir conmigo del estreno de "Los Simpson").
En honor a mi programa favorito, esta tarde se me ha antojado preguntar, así como quien no quiere la cosa, acerca de algunas dudas que me siguen inquietando hasta hoy. Ahí van: ¿llegó Batman alguna vez a aplicarle a Gatúbela?, ¿qué fue de la vida de El Guasón, El Pingüino & El Acertijo después de que Batman los atrapó, finalmente? (¿envejecieron en la cárcel?, ¿escaparon a Brasil?), ¿qué fue de El Rey Tut ("¡Leche agria... fuchi!"), de El Bibliófilo, de El Capitán Frío, de El Arquero, El Cascarón, de El Relojero? ¿Robin y Batichica tuvieron alguna vez un choque y fuga? ¿o Alfred con la Tía Harriet?, ¿por qué cada vez que escalaban un edificio alguien les abría las ventanas?, ¿quién construyó el Baticóptero, el Batibote, la Batimoto?, ¿qué se hicieron los secuaces de todos los archienemigos? ¿se jubilaron? ¿armaron un sindicato?, ¿el Batimóvil tiene SOAT?, ¿quién pega, Batman o El Avispón Verde? ¿Kato o Robin?, ¿dónde se ha metido el brillo de los ojos de Julie Newmar?... Pero sobre todo ¿adónde han ido las capas plásticas y las máscaras de Batman que mi abuela Ana nos canjeó una vez y que nos entregó una noche de domingo, ya pa' regresarnos a Chincha y que capturaron tanto nuestra ilusión en tantas y tantas tardes pegados al televisor...? (un poco como decía Juan Gonzalo, "Roto ha de estar, supongo, / el vaso cojo de mi antigua casa. / ¡Cómo ha podido contener, él solo, / el agua toda que bebí en mi infancia!"). Ésas, sí señor, fueron verdaderas tardes: verdaderas tardes.
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Tardes de Batman, e In color...
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