19 abril, 2006

Blue Eyes 4 Ever

Como'Cleopatra', Teatro PUCP, 2003, [disculpando la pequeñez del fotograma]
Esta mañana, en la duda de si irme a tomar al San Antonio más cercano un cafecito (así, a pelo, todo sozinho, o sea en nota bien aburrida) o pasar nomás por la bodega preferida del barrio a empujarme un empanadón de carne con su Inca Diet más (un poco como para que mis resquemores engorderiles no hagan mella o cedan al sentimentalismo o al miedo -a la balanza-), decidí pasar nomás ante la bodeguita sólo para verificar que las empanadas no habían aún salido (¡qué barbaridad!, qué tendrá que hacer la programación de sus hornos con mi hambre, digo). Vi de comprarme dos cachitos rellenos con manjar (que, dicho sea de paso, en Colombia saben llamar arequipe, en alusión directa a que originalmente las vacas arequipeñas proveían el dulce hasta esas latitudes) y una Inca Diet más, pagando y enfilando de regreso para la oficina, meneando mi bolsita de papel de color ocre (ésas que les ponen a los chiquillos como lonchera en todas las películas americanas). Llegando a la esquina que hacen Alcanfores y Diego Ferré, frente al local de la productora de televisión que hace los programas de Plus TV, Canal 6, veo que hay una dama de muy buen ver tratando de convencer al guachimán de no sé qué huevada, con ademanes bastante amplios y una voz algo elevadita. Y cuando miro con más detenimiento: innegable, era ella. Cruzo la calle y desde mitad de la calzada le grito: ¡Kareen!. En effet, se trataba la même Kareen Spano herself, bella actriz, dramaturga y narradora, entrañable amiga del trío de Hijos Negados desde la época en que asistía al Taller de la UCSur invariablemente acompañada de su poodle.

Y ella que no lo podía creer (acababa de saludar a una chiquilla bien zica que justo también llegaba). ¡Carlos!, me dijo, ¡amor de mi vida, cariño de otra! (esto en realidad no me lo dijo, pero en su voz hubiera quedado de puta madre, a decir verdad), ¿qué ha sido de tu vida? -y se corrigió, un poco como para no singularizarme y tenernos identificados como al trío de gemelos que debemos ser aún en su cabeza, acaso como los Hermanos Matz-O'Reilly, triples siameses de una viejísima y sesentera serie de dibujos animados de DePatie-Freleng en el que también salía un antihéroe llamado Super Boing, que volaba sobre una guitarra eléctrica y que... creo ya me estoy desviando, para variar- ¿Qué ha sido de sus vidas?, ¿llegaron a hablar con Eslava para armar un Taller de Narrativa?, ¿qué se cuentan? y se arrancó con un brevísimo pero encantador speech, muy ojiceleste y muy suyo, mientras terminaba de darme un riquísimo abrazo que vino añadido de un delicioso profumo di donna bien Armani Pour Elle -o sea, como de hembrita recién acabada de alistar-: Se me borró el disco duro, hermano, !qué manera de haber salido de circulación! (añádase sonrisa radiante aquí) y acabó con un ¡Qué vaina es esto de estar en tantas otras cosas!, ¡no sabes!. Y mientras yo balbuceaba, todavía atarantado por tan genuina y cálida expresión de cariño (misma de la que, como ven, no me guardo palabra y hago extensivo a los lectores en todo su tenebroso esplendor, como cantaría Gal Costa) que nosotros aún escribimos (cosa que dije por Augusto y Hernán y no tanto por mí), que nosotros seguimos reuniéndonos en mi oficina, que justamente es la casa amarillita de la esquina de allá (brazo levantado en inútil esfuerzo por indicarle la dirección), ella se puso más sonriente y más coloradita, y levantando a su vez su brazo en escuadra a la altura de los ojos y con el índice hacia abajo me dijo Mira esto... Yo: Wow! ¿Qué te pasó, oye?. Y atacada de la risa, me dice: ¡Me picó una abeja!, ¿que no ves?. Y al seguir con la mirada la dirección de su índice, bajo la blusa larga, violácea-gris y sin mangas que estaba usando, vi la hermosa redondez de su vientre preñado. Seis meses, me dijo, sin dejar de reír. Enseguida, casi como despidiéndose mientras caminaba hacia la puerta que ya le abrían dijo, haciendo un generoso bye-bye con la mano, Mira, ahí está David, en el carro. Volteé para conocer al garrido y seguramente dichoso hombre que había sembrado con su estirpe el amable útero de Kareen y éste me saludó desde el Volkswagen año '75 cuadrado sobre Alcanfores (con toda seguridad, había visto toda la escena): lo vi con las barbas mojadas (me gustaría pensar que de celos) y, en postura algo incómoda porque había puesto los pies sobre el asiento del conductor y tenía aún las manos puestas sobre el timón.

Sentí que la escena se iba deshaciendo en un inacabable ralenti, que Kareen entraba al estudio de producción mientras yo aún con mi Inca abultándome el bolsillo (y la bolsita de papel ocre en pleno bamboleo), con el shock de tan inesperada como cálida escena cuando pensé que debería saludar, a mi turno, a este singular y portentoso David.

Levanté una mano y la waveé dos veces, al más puro estilo Forrest Gump. Eso debió ponerlo feliz pues, enseguida, cariñoso, David me devolvió el saludo moviendo febrilmente la colita y sacándome la lengua desde su seguramente olorosa, plena y muy poodle perritud.

Arf, arf forever.

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