02 diciembre, 2006

Origami P'al Mundo

Siendo –con las justas- las 9:00 del sábado 2, habiendo llegado temprano a casa la noche previa (me refiero a la del Jueves, porque la noche del Viernes se esfumó y recién llegué hace seis horas), no puedo dejar de postear todo lo bacán que resultó la presentación del futuro best seller “Lecciones de Origami” de Augusto Effio Ordóñez (remember, en el escalafón que se pauta para todo buen escritor que se precie, ser mencionado con los dos apellidos es menester… menester de clerecía, que le dicen, y que recién me entero que se escribe con “c”, ¡cosas del castellano americano!)

Al respecto debo apuntar las siguientes ideas dos puntos (éstos “:”). La presentación del duodécimo título del joven sello Matalamanga, realizada en la Sala Lumière de la Alianza Francesa de Miraflores, hizo pasar tranquilamente por alto que los cartelitos con los nombres del autor y de los expositores llegaran cuando ya el segundo de éstos había ya chapado el micro. El pintor franco holandés Pierre Emile Vandoorne fue el encargado de las palabras de apertura en representación del sello editorial, con una efímera, polícroma y puntillista mención a no-recuerdo-bien-qué que, en todo caso (y no es por ser mala gente) hubiera salido mejor si nos hubiera contado acerca de los muy meritorios avatares de animarse a armar un sello editorial en Lima (esto, para decirlo mal y pronto, pues sabido es que desde los tiempos de Valdelomar, Lima es el Perú, con Palais Concert o no). Lo mejor -digamos, lo bueno- vino cuando Enrique Procházka (erudito escritor a quien no hay que confundir con su primos segundos, Marcus Procházka -autor del Modelo Transteorético del Cambio Intencional- o František Procházka, exitoso jugador de jockey sobre hielo de la selección checa) hizo un googlesco pormenor de la cantidad de murciélagos que pueden vivir en una cueva de California y del modo en que -contrariando el antojo de decirlo todo con números- escritores de la talla de Effio Ordóñez (1.73 m), por su versatilidad e incuestionable aptitud de expresión, vienen a resultar algo así como la excepción que confirma la regla de que, para ser escritor, se nace. ¡Soberbio, pan Procházka!, chapeau! (y para quienes no entiendan checo, aclaro que pan significa, en castellano, míster). Terció Jorge Valenzuela, cuando casi todo (lo entretenido) había sido dicho, rematando la faena –como en el vals- con una sincera confesión acerca de las razones de por qué a veces algunos concursos literarios no tienen el ganador que realmente se merecen (y, por cierto, el 99% de la asistencia ni cuenta se dio de que hubo un oxímoron en su speech). Llegado el turno a Augusto, una vez que hubo expresado su homenaje a nuestra recordada Ana, deslindó de modo rotundo ser un alienígena (tal como Thays insinuó en su blog a partir de las líneas de Procházka en la contratapa) y explicó a la concurrencia acerca de lo que quienes compartimos viernes de butifarras conocemos bastante de cerca, y que es la intrincada y placentera manera de mostrarnos este mundo habitual en la pulcra filigrana de su creación narrativa (por no decir, huachafamente, de su pluma). Lo que siguió después fue un brindis en los siempre cálidos ambientes de la Alianza, faltando sólo que el fantasma de Mme. Del Solar se acercara a recibir su copita… by the way, ¿habrá alguien que no se tome literalmente de que los vinos de honor deban ser sólo de vino, y no de algo con algo más de cuerpo, así como para ir entonándose?.

Largo after party en Étnico, en las alturas del Bohemia de San Isidro, del cual hay mucho que rescatar (testimonio gráfico más abajo): las muy agradables charlas con Percy Maraví, Jorge Coaguila y Juan Carlos Bondy, el intercambio de opiniones sobre la influencia de impresionismo y cubismo sobre las recientes letras peruanas con Pierre Emile (el conocido pintor franco holandés, ut supra), la disquisición acerca de la longitud del intestino grueso que hay que tener para empujarse hojitas de parra y café hervido con Jasmin y, por supuesto, los seis on-the-rocks que le permiten a uno estar en el agradable estadio de chispeado sin llegar del todo a desconocerse, cosa que ocurre -por regla general- después del noveno, al más puro estilo del cholo José Antonio Billinghurst Cajahuaringa, entrañable figura de ‘No Me Esperen En Abril’ .

Finalizo sin contar lo que siguió después (que no fue tanto, dicho sea de paso, entre que los hígados a esa hora ya no estaban para tafetanes y mi ejemplar autografiado había reaparecido: eso me pasa por malpensado) reiterando las palabras que en un momento de esta reunión de tragos exóticos y de mudanzas de mesas me cupo brindar a Augusto: si alguien acuñó alguna vez la tan desatinada frase ‘vergüenza ajena’, lo hizo acaso sin saber que en ocasiones como la que describo puede uno trocar emocionantemente la connotación hasta llegar convertirla en un mucho más feliz ‘orgullo ajeno’.

Orgullo ajeno como el que nos tocó a todos compartir con nuestro genial maestro de origami (y también de algunas letras) Augusto Effio. ¡Bravo por eso!



Apertura de celebración en Étnico: Augusto improvisando un “¡Que empiece la juerga!”
.

Juan Carlos Bondy, sonriente y baliente Metrónomo y Augusto Effio.

La mesa, en un momento de la reunión.

No hay comentarios.: