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Todo empezó la tarde en que se presentaba el "Carlos A. Manucci" de Trujillo frente al "Construcción Civil" de Chincha en el estadio de Pueblo Nuevo, a poco de su inauguración. Al medio tiempo, como el estadio aún no contaba con mallas de seguridad que impidieran el pase del público al campo, Alfredo y yo, con las manos aún enmeladas por los chupetes de hielo que habíamos comprado, corrimos hasta la cancha (un lujo, con buen grass) y empezamos a saltar y a intentar darle a los pelotazos que hacían los recogebolas entre ellos. Con el buen ánimo (y con la licencia que da el recordar algo que pasó cuando uno contaba apenas con unos ocho años), pasaron los quince minutos del descanso y al acercarme yo a uno de los postes, sin haberme percatado de que buena parte de los jugadores estaba ya listos para reanudar el partido, volteé a buscar a Alfredo y me di con esta especie de figura altísima, que usaba una camiseta de mangas largas, rodilleras y las medias levantadas que, afectuosamente, me estaba despeinando diciéndome "Vamos, chato. Tenemos que seguir jugando...". Era el arquero del Manucci, pero un poco más y yo hubiera jurado que tenía delante de mí a una especie de superhombre. Desde ahí, supongo, quise ser arquero.
Entonces me fascinaban las historias que Alfredo me contaba sobre el ruso Lev Yashin 'La Araña Negra', el inglés Gordon Banks, y el brasilero Manga -ídolos todos del Mundial del '66 [dicho sea de paso, dejé avisado a todos los lectores de este blog que conozco -o sea, tres o cuatro personas- que durante el Mundial no postearía nada, en razón de que mis dos neuronas estarían ocupadas, una mirando el televisor y la otra, conduciendo el control remoto]. Disfruté muchísimo, por cierto ver en el mundial México '70 a otros verdaderos arquerazos (eran entonces apenas treinta partidos que ver, lo cual dejaba una de mis infantiles neuronas libre) como Sepp Maier de Alemania, Ronnie Hellström de Suecia, al propio Banks y al sorprendente y muy elástico Ladislao Mazurkievikcs de Uruguay (me parece recordar que Pelé no pudo hacerle un gol en cuartos). Por cierto, ahí también concurrieron varias infames madres: Félix, en Brasil, Rubiños de Perú y Albertosi en Italia (más malos que el maní crudo: ni para servir de ejemplo como malos arqueros). A esas alturas, me acuerdo que en el colegio pintaba en las páginas de atrás de mis cuadernos arqueros en plenas voladas, pero la revelación de mis aptitudes arqueriles no ocurrió sino hasta la secundaria pues, pese a que la estatura no me ayudó (¡pinche cabrona estatura!), estuve de arquero en la selección de medianos y hasta el quinto año fui titular indiscutido en el equipo del grado. De ahí en más, dejé los arcos con más pena que gloria hasta que, gracias a una genial ocurrencia de mi amigo Aldo Raffo, decidí convertirme en tapador: "Arquero puede ser cualquiera -dijo- ¡hay que ser un tapador!". He desfilado por diferentes equipos de amigos y oficinas procurando que el nombre de los tapadores de este mundo quede siempre en alto (por una cuestión de talla, será comprensible siempre logre ello gracias a un pequeño saltito), con los guantes y las camisetas de codos reforzados por todo escudo, no sin haber disfrutado que el destino de campeonatos hayan quedado, muy felizmente y en muchas tardes, entre mis manos (lo cual añade una sugerente connotación sobre la que no es menester aquí discurrir, a decir verdad). Hace algunas semanas, acuciado por la fiebre mundialera, he vuelto al arco para los partidos organizados en la firma para la cual trabajo. He advertido no sin sorpresa que el haber pasado el umbral de los cuarenta (¡hace yato!) no ha menguado sensiblemente mis facultades tapadoras pero, eso sí, ha causado gran revuelo que el usualmente serio Gerente de Finanzas se eche unas voladas dignas de mejor tribuna (parafraseando un artículo de Augusto, creo estar en mejor condición que el propio 'Guardián De Las Aguas'). Como fuere, supongo que ciertas aficiones (el ser tapador, por ejemplo) si a uno lo marcan desde chico, no hay manera de revertirlas. Por eso, no me sorprendió en absoluto (y sin que mediara intervención mía, dado que estaba en el retiro, práctico y sin retorno) que Santiagazo me dijera -a sus escasos siete años y saliendo de su clase veraniega de fútbol- 'Papá... ¿me compras un par de guantes de arquero?'.
Creo que no hubo padre más feliz que yo cuando, nomás saliendo de esa clase, me lo llevé corriendo a comprarle lo que me pidió. Eso sí, ya le estoy explicando la enorme diferencia que hay entre un arquero y un tapador: ojo, se parecen, pero no son lo mismo (¡si no lo sabré yo!...)
3 comentarios:
Dicen, mi estimado Charles, que un buen arquero (léase: tapador, sin el agregado "buen"), para ser tal, debe contar más de 38 abriles, tener familia y haber padecido lo suficiente en este valle de lágrimas. Considerando tus condiciones, estas listo para recibir la número 12 del "Chevo Acasuso".
Augusto E.
Gracias por el comentario, Augusto. Por cierto, anteayer lunes, cruzando la Avenida Pardo temprano por la mañana, vi al referido golerito -Chevo Acazuso-, quien al parecer regresaba de sus ejercicios matinales; huelga decir que también llevaba puesta la camiseta gris que intercambió con Dino Zoff en España '82 la cual estaba levemente desteñida por el paso de estos veinticuatro añitos (recién).
muy buen material, te enconte de causalidad buscando data del arquero Ronnie Hellstrom, cuando puedas no dejes de leer este link. abrazo bien argentino:
http://eldoc9.blogspot.com/2008/01/el-1nico-por-doc-9.html
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