01 agosto, 2009

Eterno Cielo Azul, Puro Sol (O Sea, El Baliente En El Misti... Misticcccccconnn...)

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Aprovechando el fin de semana largo de Fiestas Patrias con dos días de yapa, este reporter agarró cacharpas y la emprendió hacia Arequipa. Aquí lo percibido.
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Los Hombres de las Dunas, Más Desaparecidos Que Los Dinosaurios
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Cuando éramos chicos, Canal 4 (como tantas veces he dicho, el único o el que más se veía en el enorme Zenith de la sala de la casa, en Chincha) programaba los episodios de las viejas seriales de Flash Gordon. La hora de la tranmisión era aproximadamente las seis y media de la tarde, de modo que algunos episodios podían resultar -dependiendo de la trama- algo spookies. Uno que me impresionó mucho fue aquél de cuando Flash llegaba a un planeta habitado por los fieros Hombres de Arcilla. Lo terrífico del caso, para mal de Gordon era que estos seres eran capaces de mimetizarse e integrarse con las paredes de ese mineral en las cuevas donde vivían: literalmente, surgían de la nada con una especie de uniforme de rayas gruesas (hasta hoy conservo esa turbadora imagen). A propósito de esto, en cada ocasión que íbamos toda la familia a Ica a visitar a los abuelos, cruzando el tablazo de Pisco se notaba a ambos lados de la carretera incontables montículos hechos de la arena que el viento del desierto levantaba y que estaban coronados por un penacho de hierba dura y visiblemente resistente; mi imaginación infantil atribuía esta inquietante y estática multitud a los Hombres de las Dunas, trogloditas ciegos, enterrados hasta las cinturas y símiles de los existentes en el planeta visitado por Flash, que se alimentaban exclusivamente de los dátiles que daban las palmeras de ese desierto. "Alguna vez" -fantaseaba yo- "estos hombres despertarán y formarán un ejército poderoso e invencible que vendrá a luchar contra nosotros". Glup. Del mismo modo, pero cuando veníamos hacia Lima, los cerros costeros -últimas estriaciones de la cordillera, llegando al mar- sugerían ser enormes dinosaurios enterrados, cuyas extremidades colosales yacían bajo la arena y las piedras, como evidenciaba la forma de los cerros al llegar al nivel de la carretera. ¿Y si esos dinosaurios alguna vez cobraran vida y atacaran, más imponentes que cien Godzillas, nuestras ciudades chiquitas? Glup, otra vez. Sobre el particular tengo novedades. La primera es que, bajo el ímpetu modernista y de aprovechamiento de los suelos del tablazo gracias a los proyectos de irrigación, los Hombres de las Dunas han desaparecido hasta donde alcanza uno a atisbar desde la carretera, bajo la alfombra verde de viñedos y esparragales (¿dónde habrán ido a parar? ¿se habrán vuelto hipogeos y se habrán acostumbrado a la perpetua oscuridad de un difícil subsuelo desde donde tramarán su más feroz venganza? ¿tendrán dónde encontrar dátiles allá abajo...?). Los dinosaurios camino al sur, en cambio, gozan cada día de mejor salud: por más de la mitad de mil kilómetros que median hasta llegar a Arequipa, los dinosaurios que dan forma a cerros de todo tipo siguen ahí, robustos y en plenitud, uno que otro medio adelgazadito por el trazo de las ampliaciones y las bermas, pero saludables y con una salud de piedra, al fin y al cabo (entonces, ¿qué toca decir para este caso?, ¿otro glup?).
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Für Elise (O 'A Esconderse Que Viene La Basura')
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La suite que alquilamos se ubica en Umacollo (pronunciado 'Umacolio') y daba a una calle cerrada a la cual entraba, religiosa y puntualmente, el camión recolector de la basura. No vi la marca del mismo, pero al parecer probablemente tenga origen chino o coreano, puesto que en horrísono lance contra el buen gusto, estos recolectores (o, al menos éste, el que me tocó oír) van engullendo prestos las bolsas de basura al ritmo de una electrónica y bastante gangosa versión del waltz "Para Elisa". ¿Habría previsto Beethoven que su inspirada bagatela alguna vez serviría de marco musical para las atléticas evoluciones de los empleados de la baja policía, al revolear las bolsas negras llenos de roña, materia orgánica diversa y plástico de todo tipo para encajarlas -una vez lanzadas con singular donaire- bajo la mandíbula devoradora del compactador? Pobre Beethoven, ¡cómo se maltrata su memoria!... Turu ruru ru, ru ru ru runnn...
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Yura Is For Lovers
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De una de las paredes del cañoncito de los baños de Yura (la opuesta a la vereda y a unos tres o cuatro inalcanzables metros de alto) tomé una foto a la siguiente inscripción, como se ve: "Cecilia Suárez - Para Friedman - Mayo 1935". ¿Qué habrá sido de la vida de Cecilia? ¿qué la de Friedman? ¿en qué circunstancias habrá ocurrido? ¿habrá sido un amor contrariado, digno de contarse? ¿fructífero, llano, impune, acaso prohibido?
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Todo La Marina
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Monumentales atascos en la avenida La Marina, única vía rápida de la ciudad, desde las cinco, cada tarde. Según dicen, Sedapar tiene más de seis meses renovando tuberías de distribución de agua. Eso sí, los taxistas (a quienes invariablemente se recurre por aquello de evitarse la fatiga de manejar) siguen correctísimos y cordiales, excepción de aquellos que trepan gringos y los llevan a pasear por los cajeros. Hasta en las mejores ciudades ocurre, o ¿qué más podríamos pedir por una tarifa de tres soles la carrera hacia casi cualquier punto de esta ciudad de un millón doscientos mil habitantes?
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Entrevista Con Dial Down Man & Su "Transitioning"
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Diego Villa es hijo de José Carlos y de Isabel, hermano y cuñada de César, respectivamente. Cuenta con 25 años y tiene la férrea decisión de convertirse en un músico profesional a tiempo completo. Antes de que llegara a casa de sus padres, una de las tardes en que con José Carlos y César degustábamos tremendos anises, estuvimos conversando acerca de sus precoces inicios en la música y luego -CD sonando- su primera incursión en la producción disquera, "Transitioning", álbum de doce de muy buenas pistas en las que los aires a Radiohead y Harrison se mezcla con el cierto aire oscuro de sabor Lou Reed. Una vez que llegó Diego, al día siguiente, tuve en suerte el charlar con él sobre sus varias estadías en Estados Unidos, de su permanente búsqueda de identidad musical y de su decidido empeño en dar a conocer sus habilidades como músico en un frente alejado del comercial mainstream. Por supuesto, tuve ocasión de adquirir un ejemplar de su álbum (muy parejo y de audición altamente recomendable), pues antes que pasar por el lambiscón expediente de pedirle una muestrita, preferí optar por el simbólico apoyo a su genuina vocación. Aquí el link del clip de "Maybe Tomorrow", corte incluido en "Transitioning". Buena suerte, Dial Down Man, ¡y que los vientos te sean siempre los más propicios!
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Let's Not Forget The Food
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La oferta culinaria arequipeña ha mejorado radicalmente en estos últimos años. Desde los fast foods instalados en el mall de Saga hasta los chifas grandes y sabrosones que se han instalado en varios puntos de las urbanizaciones (el Feng Mey, ubicado cerca a donde nos quedamos es un buen ejemplo de cómo el arequipeño ha aprendido a comer buen chifa, ¡por fin!) hay multitud de restaurantes de cocinas internacionales (marroquí, turca, italiana, francesa) que apenas mellan la concurrencia a las más tradicionales picanterías. En yunta con César Villa, dimos una suculenta vuelta por los cauches, ajiacos, chicharrones, rocotos, americanos, pasteles de papa, camarones en todas sus formas, tocinos de cielo y quesos helados. Lo que sí, aún resulta intragable la Kola Escocesa, así cuando se le sirva a -10Cº. La Arequipeña y la amplia variedad de aguas Socosani, en cambio, ha levantado sabor y presentación tremendamente. Muy bien por todo eso y por el acogedor Cusco Coffee (Starbucks wanna be, según Vivi Lucía), con su tremenda variedad de cafés de todo sabor. Abajo, Santiagazo con su mantelón del "Sol de Mayo" antes de atacar soberano chupe.
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20 julio, 2009

El Otro Folklore Peruano: Leyendas Poco Originales Que Pueden Ser Contadas En los Breves Doscientos Kms. Entre Chincha & Lima, Alguna Noche De Luna

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Cuando tendría unos nueve años, en alguna de esas reuniones cuatripartitas que organizábamos con Luis Ricardo, su hermano Gustavo, Alfredo y yo, escuché atento y con progresivo terror la historia de Mariluz contada de boca del primero.
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Mariluz era una niña a quien la madre había enviado a la plaza del mercado a comprar un kilo de hígado. De camino hacia allá, Mariluz se distrajo largamente jugando con otras niñas y en ese lapso perdió las monedas que le habían dado para la compra. Precisamente al percatarse de las consecuencias que tendría volver a casa sin encargo y sin dinero, desde las escaleras del mercado vio pasar frente a ella un cortejo fúnebre. Mecánicamente se puso a seguirlo, mientras barruntaba qué explicaciones daría al llegar a su casa. Tras entrar en el cementerio imaginó que la solución podría ser esperar a que el muerto fuera enterrado y, ¡claro!, obtener su hígado. Cuando los parientes se hubieron marchado, raspó el marco de la lápida, jaló y abrió el cajón y extrajo el hígado del cadáver con sus propias manos, envolviéndolo en papel manteca. Al anochecer, llegó a su casa cuando la madre empezaba a preocuparse y a punto de preparar la cena para la cual había encargado las vísceras; a la hora de la comida ella, por supuesto, no probó bocado. Llegada la noche y ya acostada, empezó a escuchar murmullos que empezaban a ser progresivamente más fuertes. "Mariluz, ¡devuélveme mi hígado!... Mariluz, ¡devuélme mi hígado!". Mariluz se cubrió el rostro con la almohada y se enfundó entre las sábanas, hasta que sintió que tiraban de sus cubiertas y descubrió delante de sí, horrorizada, el cadáver que había profanado que con una mano señalaba la oscura oquedad que tenía en el abdomen mientras la otra se cernía amenazante sobre ella... A la mañana siguiente, la madre descubriría la ensangrentada cama donde Mariluz yacía muerta, el vientre vaciado atrozmente.
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No pude dormir varios días, y -para mi disgusto y su regodeo- Alfredo siempre capitalizó esta especie de nerviosismo mío para con las historias de terror. Naturalmente, en esos días no me cuestioné mucho el cómo una niñita, presumiblemente bastante menor, hubiera podido ella solita armarse de valor, quitar una pesada lápida, jalar un cajón con al menos ochenta kilos de peso y con aptitud de cirujano, ubicar el hígado entre todos los demás órganos, extraerlo y envolverlo en un papel manteca que nadie sabrá (ni preguntará) de dónde sacó. Lo demás -lo del cadáver ambulante que procede con una pavorosa evisceración- son cosas, concordaremos, bastante más verosímiles. No obstante, la historia me asustó muchísimoy, ¡cómo habrá sido de relevante en mis recuerdos!, que prácticamente cuarenta años después, la reproduzco con bastante puntualidad.
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Alrededor de la misma época, llegó a nuestras manos por intermedio de Pierre Giurfa, maestro de francés y acordeón, una compilación preparada por la muchachada de la Escuela Normal de Chincha -folleto mimeografiado de unas ochenta páginas, todas impecablemente mal redactadas- relativa a historias supuestamente originales de la provincia, entre las cuales había unas dos o tres, atribuidas a cuentos de abuela y localizadas -por regla general- en parajes poco transitados de esos tiempos (hoy bullentes de mototaxis y Ticos) y casi todos vinculados con inexplicables apariciones fantasmales y hasta demoníacas. Recuerdo de entre ellas cuatro; la primera, relativa a la Dama Blanca que aparecía por el pago de Salto de la Liza (que es donde se ubica la casa del Doctor, padre de este baliente pechito), ánima en pena de una mujer joven que acudía perpetuamente al encuentro de su novio, tras haber perecido en la cerrada curva de la inmediación (para qué, esta historia me granjeó los primeros elogios a mi regularona calidad de cuentista, misma que he ido malamente echando a perder a lo largo de los años). La segunda de las historias ocurría también en Salto de la Liza (Km. 194.5 Panamericana Sur, s/n, cuando quieran su casa) precisamente en la misma curva donde hemos vivido desde los primeros setentas: la cruz que marca el cruce de caminos, cuentan, fue puesta ahí por el mismísimo Fray Ramón Rojas, cura franciscano, milagrero y andador que deambuló por la costa peruana alrededor la mitad del siglo diecinueve como símbolo de purificación de alguno de los lances de los que salió airoso frente a las fuerzas demoníacas (importante el tío: cada dos cuadras tan terribles fuerzas le salían al paso a fin de perturbar obstinadamente la singular misión divulgadora de fe que le motivaba y en la que se consentía hasta hacer brotar un oasis en el arenal, según cuenta la fábula del Pozo Santo, a mitad de camino hacia Ica). La tercera historia se refería a la mujer que montaba su burro por algún paraje de Chincha Baja cuando oyó llorar a un niño desde un algodonal al lado del camino; al apearse y aproximarse al origen del llanto, encontró abandonado un bebe de pocos meses de nacido. Al quitarle las modestas telas que le cubrían, la mujer notó en los ojos del bebe un brillo intensísimo e inusual; con él a cuestas, retomó su cabalgadura y reemprendió camino, sólo para verificar pocos metros más allá, que el niño vovía a llorar como muestra inequívoca de estar muerto de hambre. Generosamente la mujer le ofreció el pecho y al descubrir una bien constituida fila de dientes que el niño le mostraba en horrenda mueca, oye que el bebe le dice "Mamá, ¿te gustan mis dientes?...". La mujer espantada arroja al engendro lejos de sí, el cual explosiona 'dejando un hueco que olía tremendamente a azufre...' (sic) (question: ¿será que en esos días todas las mujeres andaban prestas a acudir casi como ante la comercialona pregunta 'Got milk?', por si encontraran -no sé- algún infante que requiriera de sus lácteos e impostergables servicios?).
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La cuarta historia es la que da pie a esta disquisición (que recibo no sin cierto laxante alivio, pues me ha vuelto a poner frente al teclado, tras largo lapso), y es la relativa a la transhumancia del mito que paulatinamente llega a convertirse en eso que, de boca en boca o -más recientemente- de mail en mail, va adoptando forma inequívoca de leyenda urbana. La primera vez que oí el cuento fue en la recopilación que comento, y se fijaba en algún punto no especificado de los caminos rurales de la provincia, y estaba referida al motociclista que en una noche invernal y de garúa, asiste a una desvalida joven que le detiene al lado de la vía. Galán por encima de todo (en lo más íntimo, pendejerete, lo más seguro) ofrece su casaca de cuero a la muchacha a fin de que no se perjudique ni con la lluvia ni con el aire del camino; tras algunos minutos, llegan a cierta distancia de una casa ubicada algunos kilómetros más allá, frente a la cual la mujer se apea y hacia la cual corre sin haber tenido ocasión de devolver al motociclista la casaca que éste le prestara. A la mañana siguiente, el motociclista aparece frente a la casa para conseguir hablar con la chica (que, a decir verdad, estaba en cotton) con la milonga de pedirle la casaca de vuelta (por eso, antes que 'mañana siguiente', hubiera sido mejor decir 'maña siguiente'). Quien abre la puerta de la casa es una mujer anciana, quien apesadumbrada -acaso porque el incidente era retiterativo- le cuenta que en realidad a quien recogió el motociclista era el fantasma de su hija, fallecida largos años atrás y cuya tumba podía visitar en el cementerio ubicado no lejos de ahí (que yo sepa, en la provincia no hay más que uno, el Central). Así lo hizo el motociclista, sólo para darse con la sorpresa que sobre la cruz de la tumba (de piso, puesto que la historia hubIera sido impráctica de haberse tratado de un cuartel) estaba colgada, escrupulosamente y a salvo de toda otra mano birlona, la casaca de cuero que el muchacho había prestado en la víspera... (y ahí uno sentía súbito escalofrío).
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La segunda vez escuché la historia de boca de un compañero de universidad apellidado Arroyo (bastante mayor y de seriedad digna de todo crédito), algunos años después. Arroyo contaba que la historia no se ubicaba en Chincha, sino en Camaná o en Ocoña (ya no lo recuerdo exactamente), pues el ambiente situaba el camino cerca de cultivos de cebolla o arroz, y que le había ocurrido a un primo suyo, bastante cercano, así como para otorgarle más verosimilitud. Seguramente el hilván ocurrió en alguna de esas sesiones de charla que sosteníamos ya en el 59-B que nos traía de vuelta hacia Miraflores, o en la placita frente al primer pabellón, entre historias de aparecidos, misterios u OVNI´s (a esas alturas, casi todos ya teníamos una aventura con un OVNI propio). Por supuesto no contradije la historia, algunos de cuyos oyentes era la primera vez que la oían, pero me di cuenta de que probablemente y de modo muy fácil el escenario hubiera podido ser New Hampshire, Castelló, Chimaltenango o cualquier lugar en cuyos cementerios hubiere cruces o adminículo colgador similar. No obstante, me vinieron a la mente otras dos o tres historias sobre las cuales había yo recibido versiones levemente distintas (lugares, protagonistas) y que empezaban a hincar mi bastante doblegable credulidad. Una de ellas la había escuchado de Pimo (Puyo) Guerra-Rivas y se refería a que el amigo-de-un-amigo, joven de flamígera libido, había obtenido gracias a ciertas habilidades, varias pastillas de Yohimbina -en esos días, esotérico estimulante sexual femenino-, las cuales había tenido ocasión de moler y mezclar en la bebida de una amiga durante una noche de tragos; al bajarse a comprar preservativos en una farmacia de turno (en esas épocas, los negocios de 24 horas eran impensables y había que recurrir a 'El Comercio' o 'La Prensa' para ubicar las que atendían a puerta cerrada toda la noche), terriblemente dolorosa fue su sorpresa cuando, al volver al auto, encontró muerta a su acompañante, sangrándole las partes pudendas puesto que el invencible impulso sexual la había motivado a introducirse sin mayor preámbulo toda la palanca de cambios... (Pimo acotaba que el pata purgaba condena transitoria en la carceleta, mientras se deslindaba si tan impetuoso acceso de arriolez era imputable a su responsabilidad; otrosí, en esa época muchos autos aún tenían la palanca de cambios al lado del timón y no pegadas al piso, de modo que la cosa tomaba matiz distinto, fuere que se tratase de un Rambler o de un Volkswagen:¡menuda posición la de la chica, si hubiera sido un Rambler!).
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Otra de las historias con escenario distinto era la que se contaba acerca del Hombre del Maletín, en el entonces oscuro y solitario camino que unía Trujillo con el balneario de Huanchaco. Si uno iba solo o, a lo sumo, con un acompañante por ese camino y de noche, hacia mitad de los escasos diez o doce kilómetros que separan ambos puntos un hombre hacía señas al vehículo para que se detuviera. Muy cortésmente pedía una jaladita hasta Huanchaco y subía en el asiento de atrás, desde donde -inexplicablemente, dada la brevedad de esa ruta-, hacía alguna advertencia al conductor desapareciendo cuando éste intentaba responderle mirándolo por el espejo retrovisor. Se contaba de muertes producidas en accidentes extraños en la breve pampa de ese camino, atribuyéndolas al inefable y escurridizo Hombre del Maletín, y se dice que la juventud trujillana hasta ensayaba pruebas de valor o de iniciación efectuando rápidos ida y vuelta manejando en solitario por esa vía. Sobre esto, dos cositas: mis hermanos y yo conocimos, en nuestras épocas de comercializadores de manzanas en la chacra cuando aún no vivíamos ahí, al primer Hombre del Maletín, una especie de Man In Black que caminaba con su maletín de cuero negro desde la entrada de Grocio Prado hasta algún punto más allá, cerca probablemente a alguna de las granjas de la zona. Sólo una vez nos habló, y fue para comprarnos una jaba de manzanas. Con Alfredo hemos vuelto algunas veces sobre su recuerdo porque el condenado nos pagó las manzanas, pero hasta el día de hoy nos debe los indexadísimos tres o cuatro soles oro que costaba el envase que jamás nos devolvió, pese a ofrecerlo. Lo otro es que alrededor de mil novecientos noventa y tres, un amigo llegó a casa (en esa época yo vivía en Chincha) a contarnos acerca del incidente del que hablaba todo el mundo y que había ocurrido a bordo de un auto colectivo que hacía la ruta Tambo de Mora - Chincha (la cual, desde luego, jamás ha existido): se trataba de una mujer joven que llevaba un bebito de pocos meses en brazos quien, al ser observado por un pasajero que iba en el asiento del copiloto y comentarle bajito al conductor que el bebé tenía un aspecto bastante feo, dijo muy claramente y pese a ser ello imposible dada su edad, "¡Más feo va a ser el veintisiete!". Los aterrorizados pasajeros (no sabiéndose si también la madre) se encargaron de diseminar el rumor urbi et orbi, alarmando a los sufridos comprovincianos por los doce días que transcurrieron hasta que llegara la supuestamente fatídica fecha, la cual transcurrió con normalidad en todos los frentes, hasta donde supimos. No obstante ello, todos los veintisietes de cada mes pongo mi velita Misionera frente al altar de San Espiridión, no fuera a ser que...
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Hay un divertido mito que se ha prestado para todo chinchano avispado que intentaba lornear al amigo limeño recién llegado (en estos tiempos de globalización y Play Stations, el asunto se vuelve levemente más complicado, mas no por ello inviable). Sabido es que las gambuzinas (amables musélidos llamados científicamente neovison cincciani, gamucinas o gamuzinas, indistintamente) viven en los algodonales o maizales crecidos y -de preferencia- alejados de la Benemérita a la patria (Sunampe o Pueblo Nuevo, sus puntos de concentración predilectos) y que acuden al llamado que se efectúa golpeando dos piedras medianas entre sí. De no ser esto efectivo en primer término, es necesario irse despojando de la mayor cantidad posible de la ropa que se lleva puesta, dado que el olfato de estos bichos es muy sensible al olor humano. No pocos han sido los limeñitos que han tenido que regresar caminando varios kilómetros desde esos puntos distantes, ateridos y al menos sin camisa, refunfuñando no sólo el no haber podido capturar ni una sola gambuzina sino con el orgullo bastante pisoteado, al haber caído en una broma tan predecible como vieja.
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Dos leyendas más antes de dejarlos. Una, contada en versión de mi Cumpa El Goldo, acerca del tipo que gana la Tinka y que con ello compra por unas migajas la patria potestad de su hijo a su todavía esposa (según escuché de esa mano, señora de cascos bastante livianos) para que, en presencia de su abogado y todos los papeles ya firmados, éste le informe que el ahora ex esposo era el ganador de tan suculenta lotería. El cuento sigue con que el hombre pierde todo el millón y medio de dólares que ganó en el inmediato siguiente año gracias a farras y negocios fallidos, haciendo honor -en cierto modo- a la tradición familiar, pues el padre había ganado el pollón de Monterrico hacía algunos años, dispendiando lo ganado en brevísimos meses... (y menos mal que el pollón no se lo ganó en España, porque estaríamos ya hablando francamente de otra cosa). Alguna vez me encargué de narrar este anécdota delante de algunos amigos del colegio y uno de ellos me llamó después a un lado para contarme que si bien la señora no era del laburo era, sí, medio bandida (más que lo que insinúa el vals, por lo menos) y que, más aún, le unía a él el conocerla personalmente. Desde ahí, cada vez que cuento la historia, hago la reivindicatoria salvedad, no fuera a ser que dicha dama se encuentre entre los oyentes.
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La última está relacionada con un mail que circuló hace algunas semanas en internet y del que hasta Caro, mi hermana, me reenvió con la anotación 'Alo, ¿es esto verdad? ¡Confírmame!'. Resulta que el mail contaba la historia de un niñito, alumno del quinto grado del Colegio Alemán (no se especificaba cuál) que había sido secuestrado en la puerta misma del colegio por desconocidos, razón por la que se invocaba a difundir el correo a la mayor cantidad de contactos posible a fin de apoyar su pronta ubicación y rescate. Se adjuntaba una foto de un niño de pelo entre castaño y rubio. Sin estar al tanto de ello, un día en que Viviana fue a recoger a los chicos, se le acercó presurosamente una madre de familia conocida y con cara de genuina compunción le dijo "Vivi, ¿cómo está Santiago? ¿está bien? ¿lo has recogido ya?", a lo que siguió la explicación de que el muchachito de la foto que habían secuestrado y que mencionaba el mail era, si no Santiago, un clon igualito. Como Viviana no estaba al tanto del mail, evidentemente se sorprendió, pero todo ello se disipó cuando vio aparecer a Santiagazo saliendo por la puerta del colegio, con su peculiar paso tío-chirrín. Viviana palmeó a la amiga en la espalda y con cara de "¡Mucha televisión, my dear!", le agradeció la preocupación, de todas maneras. Eso sí, grande fue la sorpresa (o a lo mejor, no tanto) cuando al ir al día siguiente otra vez por los chicos al colegio encontró un corrillo de otras madres amigas alrededor de la misma señora que le había preguntado por Santi en la víspera, sólo que la versión había cambiado levemente, pues en ésta la afligida señora contaba al borde del sollozo que había tenido que salir desesperadamente hacia allí dado que hacía sólo algunos minutos había recibido un mail que contaba que un alumno del Humboldt de cuarto grado había sido secuestrado y que el niño de la foto ¡era la viva imagen de su propio hijo...! Por cierto, y como corresponde a toda buena amiga que se precie, Viviana ayudó con alguno de sus productos Just a volver en sí a tan afligida como preocupada madre, tras el genuino desmayo que ocurrió al percatarse de que Viviana estaba oyendo ésta, su otra versión de la historia.
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(Apacibles sueños, muy apacibles sueños caros lectores... ¡Muajajajajajajajajajaja!...)
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26 abril, 2009

Tres-Funciones-Tres

Creo que estoy dejando la dependencia en aquello de responder adecuadamente a la devoción de la fanaticada con posts que no sean estrictamente ventrales. Ultimadamente, como diría Mario Moreno -me refiero al actor y no el caricaturista habitual y recientemente fallecido del '24 Horas' de Morosini y Ludmir- no es que las ganas (de escribir, siempre aclarando) sean menguantes sino que, comprensiblemente, se disfrutan bastante más cuando uno quiere y puede, versus cuando uno o no quiere, o no puede.
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Elocuentes son las notas que, separadamente, me han hecho llegar dos inexplicables fans desde antipódicos extremos del mundo como son Harry Belafonte Huirse Llanco, inédito escritor de Huancayo (Junín, Perú), y Yokito Tumoko, diseñadora de pañuelos, de la localidad de Òmihachiman-shi, prefectura de Fukuoka, Japón. "Se extrañan tus posts, Metrónomo, siempre llenos de esas divertidas digresiones que recuerdan tanto a las transversales de la Calle Real y que vienen dentro del cómplice envoltorio de paréntesis que, al abrirse, crujen del modo chispeante y plástico en que lo hacen las bolsitas de los Mix Soda, mis caramelos predilectos" dice Huirse; "Escribe más. It's a must!" añade el impublicado, enfático, bilingüe y casi cacofónico escritor. Yokito, bastante más pudorosa y atendiendo a la compungida cortesía japonésida, dice en cálidos kanji: 車燈現在大家都 改為白光款了。(o, "Mi señor, Metrónomo-san, devuélvenos presto la dorada carroza de tus palabras para volar con ellas en alas de imaginación hacia mundos más felices"). Aunque la salvedad huelga, este comentario consta como número once en el previo posteo, y puede ser verificado con cualquier traductor online (el doceavo comentario, añadido al parecer por mendaz felón, dice -también en kanji- que Yokito Tumoko es el nuevo alias de una fiel seguidora, quien escribe desde el archipiélago del sol naciente, paradero al que dio tras ser habilitada por su ad latere, una huachana llamada allegedly Dorita Cabello, ciudadana que emigró a esas tierras dizque también herida por la profunda pena de un amor no correspondido hacia cierto provinciano vate).
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De modo que aquí heme, de vuelta en el ruedo y con ánimo de deyeccionar en porción larga, compacta y de un solo tirón, como si hubieran hecho buen efecto el cereal bran y el ciruelax combinados, mediante reviews de tres-acontecimientos-tres acaecidos en días recientes, los cuales previsiblemente serán fallucos y bastante shallows, pues enemigo soy de que los lectores (dos o tres) se ahoguen en las cenagosas profundezas del sine qua non vilamatístico (que a nadie debe importar, por cojudo, para ponerlo en términos sofocletianos) que reza que en el ensueño de las hipotecas y del becerro de oro de la novela gótica, se ha forjado la estúpida le-enda (sic auditivo) de que existe un lector pasivo, monstruoso concepto que está en demolición y que da paso a la reaparición del lector con talento, replanteándose novisecularmente todos los términos del contrato moral entre el autor y su público... (como diría mi sobrino Chinín, a pesar de que aún no habla: "Aummm, puta, ¡qué a'urrido, 'on!"). Es sabido que los posts a uno se le salen como si se tratara de urgencia entérica y no es que ande buscando pactos ni leverages académicos. Nada: el quiera leer que lea, y el que no, no. Píriod.
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K*** My Ass (O Asterísquicamente, Póngalo Viceversa Si A Ud. Le Va Bien Aquello De Ser Polite O Le Da Igual Pintarse La Cara Con Una Estrella A Pesar De Ser Cuarentón Sólo Para Percatarse De Que Los Años No Pasan En Vano)
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...................................(Foto Miguel Bellido, 'El Comercio')
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La tarde del pasado 14, a eso de las cinco y media, recibí una llamada al Nextel por parte de Caro, quien me preguntaba, así como quien no quiere la cosa, si quería ir a ver a Kiss. "¿A Kiss?" -le dije- "¡Pero si el concierto es ahorita!". En efecto, lo que había ocurrido era que Mr. Menacho, progresante promotor de este tipo de eventos (y aprovecho para decir que lo único que lamento de entre sus recientes contrataciones, es el no haber podido conseguir cupos para ver a Yo-Yo Ma), había obsequiado a Wic dos entradas de cortesía para el concierto de esa noche y que él, ocupado como estaba por las clases que dicta en La Católica, se veria imposibilitado de asistir acompañando a Gabrielita. "Eso sí -dijo Caro- Gabriela y tú tendrían que irse ahorita, porque la entrada de cortesía sólo es hasta las 7:30 y el concierto empieza a las 9:00". Al toque le contesté que sí, que por supuesto, chapando raudo mi rumbo hacia Miraflores a ponerme mi polo negro de rigor (que fue camisa de rayitas, en verdad).
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Algo más de una hora después, Gabriela y yo ya estábamos en las inmediaciones del Parque de las Aguas, puesto que había empezado ya la congestión entre la Arequipa y la Petit Thouars atribuible exclusivamente al concierto. Para Gabriela la ocasión era especial pues no había estado antes en el Nacional y, por supuesto, era la primera vez que asistiría a un concierto de rock. Volteando por la callecita de la Garcilaso que da a Occidente, entre el cerrado olor a fritanga y a pichi concentrados (dicen las malas lenguas que esos olores están pidiendo ya certificado de numeración, por lo permanentes), había centenares de vendedores de polos alusivos y una veintena de grupetes que pintaban las caras a los entrantes (por supuesto, le compré su polo estampado a Gabrielita, a diez lucas, choche). Al entrar a la calle José Díaz es grato comprobar el radical cambio que la pituitaria de uno percibe al trocar los previos y eméticos efluvios por aquellos que recuerdan intensamente el campo y su bucólica paz (refiérome, por supuesto, a la fetidez de las heces de los caballos de la policía anti disturbios, que yo no sé por qué con tanto presupuesto que tiene la Benemérita, por qué carajo no les ponen instructores ad hoc a los equinos para que hagan su sobre un periodiquito como si se tratara, pues, de caniches o shitzus -chipsús, diría M.G.-, dado que semejantes caballos hacen unas monumentales cacazas que, si uno no es avispado o no tiene adecuadamente prestillo el sentido de la orientación, podría perecer ahogado y comiendo mielda tal y como si se tratara de un marielito recién llegado y totalmente despistado cayendo en arenas movedizas de los everglades o quick sands, que les dicen, en honor a uno de los primeros hoteles en Las Vegas, aunque esto último es incierto, para qué digo que no, si sí y basta ya de digresiones). Revisada impúdica de Bouncers mediante, algunos minutos después Gabrielita y yo ya estábamos en la sección Destroyer, segundo segmento V.I.P. de campo (Menacho, ¡gracias por los favores concedidos!) a una distancia del escenario aproximadamente, como quien dice, igual a la del tiro libre del gol del Nene Cubías a Escocia en el ´78, pateado a la mano derecha del arquero y con la parte externa del pie, o sea, con tres dedos, que era como decía Pocho Rospigliosi, periodista que sí sabía lo que le gustaba a la gente.
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Son muchos los posteos acerca de la performance de los Kisses en esa memorable noche del 14, por lo que no abundaré sobre ello. Lo que hay que decir, no obstante, es que la lacónica y muy raquítica presencia de Leusemia (con 's', y con ése, a quien llaman Daniel F), discordó bastante feo en la onda de que quienes asistían no eran los vejancones y former yuppies acompañados de hijos que estudian en colegios A de Lima o de los jovenzuelos noveleros y bastante angloparlantes con celulares de última generación que van a cuanto concierto se da por estos remozados lares, sino que era en realidad la oscura manga de desaliñados pelilargos que pretenden reivindicar que el rock sigue siendo lo contestatario, a punta de pái y de riffs estériles. Un par de lisuras (convengamos, decir lisuras sobre el escenario es supuestamente parte de lo obligado del show), un pifiado reclamo a propósito de que la pena al Chino debió ser de cien años -al menos- y tres o cuatro instrumentales después, Leusemia se despidió sin elevar un b.t.u. el ánimo del público (quien diga lo contrario, seguramente ya andaba en su segundo o tercer huiracocha), evidenciando que la prognosis no fue la más debida y me cuelgo aquí del blog de un periodista colombiano de "El Tiempo" (diario que leo día por medio, para seguir al tanto del Transmilenio, de las ferias y del tintico en Candelaria de la Atenas de América), quien renegaba del pop telonero que tuvo Kiss en su presentación ante doce mil en Bogotá, diciendo que aquí en Lima ello correría a cargo de un grupo emblemático, tanto como podría ser El Tri en México (¡válgame Dios!, globalización o no, tremenda sobrestimación ya que la mentada performance fue más lousy que siquiera digna). Plausible sí, la mención de agradecimiento del F al pionero de los videojockeys del mundo, Gerardo Manuel Rojas (asistente, por supuesto, según vi luego en alguna foto), por haber ayudado a difundir la música allá, a fines de los setentas. Por cierto, y para mayor abundancia, la chela Cuzqueña estaba a diez soles botella, servida en vaso de plástico, y los chorizos a ocho (me comí dos, abandonando la dieta in gratia rock).
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Cuando Stanley y Simmons (éste, sin temor a equivocarme, la segunda lengua más importante de la historia del rock, salvo omisión) aparecieron sobre el escenario, "¡Bueinas nócheis, Limma!... ¡Esta nóchei es la nóchei!", la sonora y coordinada parafernalia de estos dinosaurios profesionalísimos cautivaron a un público que no dudó en rendirse desde el saque. Aprovechando que los siempre gorriones bomberos (quienes, con el cuento de la Defensa Civil y la pussy of the cat, se ganan con cuanto concierto hay) hacían un huequito delante de mi vista, aproveché para mirar las embobadas caras de los asistentes, quienes, como yo (modesto asistente a presentaciones de algunas le-endas del Hall Of Fame) no podían creerlo: Kiss, en vivo, delante de los ojos. Aunque las voces resienten en algo el paso de los años ('El Comercio' destacó el cambio de tono en el postrer "I Was Made For Lovin' You"), the songs remains the same, parafraseando a los zeppelines: desfilaron "Hotter Than Hell", "Detroit, Rock City" (ma non troppo ya, en estos días de obamescos rescates automotrices), "C'mon & Love Me", "Cold Gin", "Lick It Up", cerrando antes del encore con un espectacular "Rock & Roll All Nite" que llenó de pica pica toda la cancha y parte de las tribunas, empapando en un baño de música y papel a los treinta mil coreantes y saltantes asistentes. Y que los patas volaron, sí, volaron, en efecto: Simmons en medio de un halo verde y la boca empapada de algo del color de la sangre, hasta la punta del escenario, quince metros más arriba, y luego Stanley, desde el tabladillo hasta el andamio de luces y computadoras, situación que nos permitió a Gabrielita y a mí ponernos a escasos tres o cuatro metros en diagonal al starman. Unos espectaculares fuegos artificiales de quince minutos de duración dieron fin a una noche sabrosísima y espectacular cuyo encanto no disminuyó ni siquiera con las veintiocho lucas que costó el taxi Estadio-Barranco-Miraflores (¿se aprovechan estos malditos, no?).
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Hubo que estar, y se estuvo, felizmente. Así que... ¡que por favor se repita, tío Wic!
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Si Te Gustan Esos Raros Peinados Nuevos Que Tienen Sabor A Papas de Idaho & Suenan A Falsete Rítmico & Buenazo, No Debes Perderte Este Comentario (O Sea, Los B-52's En Lima, Sobrino)
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......................................,.(Foto Cocal, Flickr)
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¿Alguna vez podría haber pensado en aquellos lejanos días de 1981, cuando el Chirrín (que entonces era un delgadón muchachito, alférez de médico, que asistía a la Autónoma de Guadajara, ¿ves?, y aún no el Tío Chirrín, hoy robusto internista de los sempiternos Docker's y Mont Blanc a flor de bolsillo) trajo en una de sus inopinadas visitas decembrinas un cassette de una peculiar banda que tenía un sonido que no sabía si enmarcarse aún en la áspera agresividad punk (ruidosa, sí, algo ruidosa era) o en lo light de la novísima y naciente new wave llamada, casi cifradamente, The B-52's, estaría también delante de mis ojos en un espectáculo en vivo?
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Acostumbrado a la frustración perpetua (más intensa en la generación que me precedió, es cierto) de no tener siquiera la remota esperanza de ver en vivo a ninguna banda, ya fuere de culto o de mainstream, hace algunos meses entré a la página web de alguna de las empresas locales que promueven estos conciertos (me parece recordar que era la misma que trajo a Roger Hodgson, ex Supertramp), había una casillita que decía -a modo de encuesta- '¿A Qué Banda Te Gustaría Ver En Vivo En Lima?'. Miré la casilla y con ese desganado ánimo con el que uno llenaba los boletos de la Tinka hasta antes de que se pudiera jugar con números al azar, puse -como si fuera un message in the bottle- que sería bien bacán (bien paja, diría un esmirriado colega de letras y tocayo por segundo nombre) que alguna vez llegaran los muchachones y muchachonas de B-52. Me gustaría pensar que contribuí a que vinieran por aquello de vox populi, vox dei (o mejor aún, mens salus populi, suprema lex, que es como siempre confundía yo el motto de la C.N.S.S. que estaba en letras de bronce doradas a la entrada del Hospital de Chincha, donde el Doctor fue director, teléfono 2300 y 2302, y que el negro Belahonia en infinita sapiencia -y siempre con las manos así, como quien las pone sobre la baranda de un balcón, sólo que sin balcón y sin baranda-, explicaba que era latín a los azorados Challe, Burella y el cholo Huamán, quienes pensaban que eran nombres de doctores griegos o algo así, los muy bestias) y que puse mi grano de arena (y luego mis setecientos solsotes por las tres V.I.P. Lateral Impares para Chito, Santiago y mí) para que este modestísimo sueño se viera por fin cumplido.
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A alguien puede o no gustarle una banda, no hay mucho que decir acerca de ello, especialmente visto desde la perspectiva del purista que todo lo ve innovación, exclusividad y distancia respecto del mundo comercial (o sea, ¡no me jodan!, porque esas vainas me llegan al chopin center). Baste decir que los B-52's entre el '81 y el ' 82 atosigaron las radios limeñas y los oídos de la audiencia en un intento facilón de subirse al dingui di dingui tum tum de los vientos musicales post disco y pre rock en español. Ya para el '86, cuando este servidor pechito hacía esa especie de servicio militar obligatorio en el destierro de Talara, mi buen amigo Tribi (pronunciado enfáticamente Trib-bi, con ademán de hombros, mueca en la boca y levantada de ceja más, era -debo decirlo- de esos buenos amigos a los que había que tener algo así como de lejitos, porque en el domingo menos esperado y más resacón se aparecía a eso de las siete de la mañana, con jeringas, vitoques y trapos, tocándole la puerta a uno con el cuentazo de que había amanecido con ganas de ayudarme a lavar el carro y que, por indicación médica, estaba prohibido de contradecir tan desinfectantes impulsos; y ya que estoy de vena de contarlo, Tribi era en realidad Víctor -no recuerdo su apellido-, un tacneño que debía su apodo a que en alguna reunión efectuada en ciertos pacharacos pagos de Sullana a alguien se le ocurrió que era igualito a Tribilín, por lo flaco y desgarbado, confesándome luego -mientras pasaba pundonorosamente un trapo sobre el Stanza- que nunca lo había contado, pero que Tribi le decían ya desde la secundaria en Tacna, pero que nunca se había atrevido a decírmelo porque era como una especie de baldón que no le gustaba mucho en realidad, todo lo cual me recuerda la reciente y risueña anécdota de que, al mencionar que se nos ha casado -ahorita nomás- la Winnie Cooper real de 'The Wonder Years', un cercanísimo amigo de la causa otronóstica, el tocayo mencionado ut supra, fue sindicado de tener más que cierto aire, un ventarrón, a Paul Pfeiffer, éste hubo de reconocer que tal era otrora su mote en claustros sanmarquinos) me preguntó, casi con vergüenza: '¿No te importa si pongo (en el KEX 1500 que engalanaba el Datsun, junto al AD30) el cassette de esta banda que tuvo lo suyo hace unos años, pero que estas radios malditas maltrataron de tanto ponerla...?'. '¿De quién se trata?', pregunté yo. 'De B-52' me dijo (no pude distinguir si fue confusión aquello que 'De' se parece a 'The' y que la 's' final de cincuenta y dos pudiera se había fundido con la 's' post apóstrofe del verdadero nombre, porque entre las poquísimas aptitudes de Tribi no se contaba hablar bien en inglés, desde luego). 'Tú pon nomás, que es de todo mi gusto', le dije, parafraseandoa la tía Yísus, aún cuando a esas alturas yo ni siquiera la conocía.
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Antes de entrar de lleno al concierto del pasado Jueves y más al paso de digresión ligera, contrario a lo ocurrido en el concierto de Kiss, esta vez los teloneros fueron realmente un disfrute. La noche arrancó a las 8:45 con media hora de los chicos de Protones, recalenta'o (en el sentido culinario de la palabra) de Manganzoides, con un rock sin lyrics y sumamente inteligente que se podría encuadrar inequívocamente entre 1968 y 1970, a secas. Punto aparte fueron sus dos entusiastas bailarinas, verdaderas cultoras del batirock con reminiscencias surf. Tremendamente bueno, con CD de adquisición impostergable. Cuando ellos hubieron terminado y tras inacabables veinte minutos, aparecieron en escena los New York Dolls, banda hasta ese momento desconocida para mí la cual, según averigüé hace apenas horas (dado que el tabajo, razón primordial por la que no posteo casi nada, no me da tiempo ni como para cagar) fue fundada ¡en 1971!., tal como delatan bastante bien las arrugas de su líder vocal, David Johansen (casi perfecta mezcla de las caras de Mick Jagger y Lou Reed y con los escuetos pasos de escenario de un Alice Cooper). Una sorpresa -verificada la data- que esta hornada de sonido protopunk, la calidad de varias de las composiciones que entre Johansen y Sylvain Sylvain (el nombre es dúplico), guitarrista y fundador de la banda, se despacharon ante la entusiasta sorpresa del general: "Stranded In The Jungle", "Trash" y "We´re All In Love" constituyeron un buen desfile y un preámbulo de real lujo para lo que vendría después. Según Amazon, su nuevo CD, "Cause I Sez So", sale a la venta los primeros días de Mayo (placa que espero comentar, apenas Jac llegue a ésta), y está nombrada por el vibrante corte que define el álbum y que hizo corear a los ocho mil asistentes al Nacional el pasado 23. Aprovecho para contar que aquí hubo un pequeño encore, así de entusiasmada estaba la audiencia, a lo que la señora cuarentona que estaba sentada detrás de Santiago en desconcertante y alienada exigencia replicó: "Ay... ¿ooootra?... ¡Si yo ya quiero que salgan los B-52's!", como si este espectáculo (inesperada y feliz yapa, o ñapa, que le dicen en Puerto Rico) no bastara per se.
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Los B-52's, señores, están realmente igualitos. Añadiendo un parejo baterista y una morocha buenota y muy competente en el béis, Fred Schneider, Kate Pierson, Cindy Wilson y Keith Strickland (para mencionarlos por orden de méritos) arrancaron con un "Mesopotamia" gutural y psicodélico, combinado con unas increíbles luces giratorias que potenciaban tremendamente el efecto sesentero. Siguieron "Give Me Back My Man" (Cindy, give me fish, give me candy, instead), el clásico y gritable "Private Idaho", como "Funplex", "Juliet Of The Spirits" y "Love In The Year 3000" (todas éstas de su último álbum, "Funplex", que fueron breaks de desconocimiento y ausencia de coros en los cuales la gente aprovechaba para pedir su chela -ocho lucas- o sus chorizos -siete, cad'uno con todas las cremas-) que siguieron con "Party Out Of Bounds", "Roam" (la que coreamos entusiasmadísimos Santiago, Chito y yo), "Planet Claire", "Love Shack" y terminando, ya a la vuelta al escenario, con "Strobe Light" y un fenomenal "Rock Lobster", el cual fue cantado por las ya ocho mil desgañitadas gargantas mientras volaban entre los asistentes más V.I.P. dos langostas de plástico, sobre las que el inacabable Schneider con su voz nasal y en el castellano bastante pasable con repetidas "¡Graciais Liiima!", había dicho antes "Ouh, ¡unes langostineus!". Entretenidísimo y tan bueno como para subirse al escenario a bailar pogueando o aspeando los brazos junto a las chicas, las que están aún en cotton, con aquellas insurrectas pelucas becincuentaidós que todavía encandilan (pese a ellas llegan ya a los cincuenta y dos, literalmente), cosa que sí hicieron -dicho sea de paso- las dos bailarinas de Protones, que se desmembraron rítmicamente junto a los cuatro de Atlanta en tan grandioso finale.
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Acaso lo que mejor resuma la impresión total de este entrañable concierto (entrañable por lo íntimo, por lo de ménage-a-huit-mil) fue aquello que me dijo mi amigo Alberto, a quien encontré a la salida bajando las escaleras del coloso de José Díaz: "Compadre, ¡sentí como si este concierto lo hubieran hecho para mí solito!". En lo correcto, pues para mí, este primer concierto al que acudo con Santiaguito, fue por ello doblemente memorable (para él también, espero, pues se echó tremendo jatazo el viernes hasta las diez de la mañana, tirándose espectacularmente la pera al colegio).
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Así que vuelvan pronto, wavers, que se les quiere harto.
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De Cómo Uno Dijo Alguna Vez Que Escribía Para Que Lo Quisieran Más, Pero Que A Estas Alturas De Las Editoriales, Escribe Por Desganado Compromiso & Faltando A La Verdad Más Elemental, Como Aquella Que Dice Que Los Cuentos Se Ganan Por K.O. & Las Novelas, Por Puntos (O Sea, Bye, Bye Mister Bryce, Tan A Nuestro Pesar, Por Tanto Refrito)

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.............................(Foto 08032lectorsalcarmel, Flickr)
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Una de estas últimas tardes, aprovechando la hora de refrigerio y un casi inverosímil treinta por ciento de descuento en la sección Libros de Metro, compré "La Esposa Del Rey De Las Curvas", última compilación de cuentos de Alfredo Bryce, publicada por Peisa.
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¿Qué será, no...? ¿será el fastidio de comprobar que ponerse a escribir resulta una tarea progresivamente más ardua, pues la concentración lo abandona a uno más a menudo que antes? ¿será que el buen Alfredo está a merced de tener que agenciarse algunos cobres con cuentos raquitiquísimos -para decirlo con uno de sus superlativos-, poco corregidas y muy burdas maquetas de historias más largas que no verán la luz, puesto que empiezan como novelas y terminan como horrorosas imperfecciones que, para ponerlo en términos cinemeros, jamás podrían dar el salto que dio el diseñador alemán en "Flight Of The Phoenix" cuando pasa de los modelos a escala a un avión de verdad? Otra verdadera pena, por mi ídolo que siempre será, pues son dos o tres los cuentos que podrían efectivamente llamarse así, aún cuando por lo anecdotiquero y facilongo (por ponerlo en términos cincuenteros, como los que Bryce sigue derrochando -requetemal, está pintado, pulpería, impajaritablemente, faltando sólo decir despiporre- tanto o más reconocibles como sus adverbios incompletísimos -arreglada lindo, sintiéndose pésimo-), hasta decir ello sería un exceso. No quiero ser injusto y mi opinión es tan poco (o muy) válida como la que podría ser la de un especialista (sí, de aquellos que cité arriba a propósito de lo musical, quienes cojudamente lo encasillan en estilos, vertientes y símiles, como si la literatura no fuera también y en el fondo, algo así como el fútbol de la nostalgia, al que uno quiere o no según lo dicte un genuino corazón de hincha y píriod otra vez, pues ¡buena mierda, Barrionuevo, y todas sus hijas putas! y qué lisuriento está hoy El Metrónomo, casi como para que se le diga "¡Y Se Me Larga Ud. En El Acto!", anacroniquísimo -en superlativo, again- título que endilga Bryce a uno de los sainetes que componen "La Esposa..."), pero me da la impresión de que, océanos mediante, siempre he querido escribir como el Bryce de antes, pese a que no le llego ni al talón del hígado, dipsomaníacamente hablando, ni en las gracejadas y genuina simpatía que irradia, ni en disposición de tan inagotable como inverosímil batería de anécdotas. Una honrosa excepción en este libro -por próxima y conocida antes que por real mérito literario- es "Peruvian Apollo", elegía tragicómica a un chinchano conocido y antañón, cuento en el que aún siendo bueno, las menciones a naricitas respingadas y a pequitas en el nacimiento de los pecho saben poco menos que a beso de ancianos (que es tal como lo catalogó ayer en sobremesa la precoz artista y feroz crítica de los nonsenses, Vivi Lucía). Pepeno (subido al mexicanismo en one) de la página 106, del mencionado "¡Y Se Me Larga...!": "Porque hoy voy de barra en barra y suelo presentarme como monsieur Ya Fui, y nada más...". Hay que decir que no queremos así a Bryce, como a un acabado monsieur Ya Fui. Así no es, Alfredo, así no es. O, al menos, así no debería ser.

(¿Y si casi al fin de sus batallas, a punto de morir en ley, acudiéramos millones a decirle "No mueras, Bryce, ¡te queremos tanto!", acaso Bryce no se emocionaría y, suspirando, no se incorporaría lentamente y, abrazando al primer hombre, se echaría otra vez a escribir?)
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08 marzo, 2009

E'tamo' Jedy

¿Qué fue? ¿Acaso el baliente Metrónomo abandonó la lucha, colgó los chimpunes y decidió abandonar la promisoria carrera literesca que tantas gratificaciones le ha sabido dar? ¿habrá sido que se desanimó de continuar posteando dada la escasez de lectores, según dicen los falaces índices de Ibope y de Perúblogs? ¿será que ha abierto su propio Facebook, en el que desperdiga comments y notitas a diestra y siniestra, como todo buen chinchano que vive en el exterior que se precie (como mi Cumpa que, ya-me-contaron-ya, anda chequeando a toute la chinchanitée presente en el Facebook en estricto orden alfabético y que ya va por la L)?.
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No, caros childrens. Nada de ello. Ha sido que, en correspondencia al desgaste físico y mental experimentado en los últimos meses, este pechón reporter vio la necesidad de tomarse unos días de descanso (quince, para ser exactos), lacso que utilizó para insumir breve vacación entre la Isla del Encanto y la Gran Manzana, a través de uno de los tercermundistas Embraer de manufactura brasilera de Copa, que -dicho sea de paso- traen junto a las cartillas de instrucción y las sickness bags, un rosarito por si la cosa se pone recia en medio de las clear air turbulences (el asunto mejora con los modernos de Jetblue, pero eso ya es otra historia).
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Antes de documentar gráficamente y de un extenso tirón algunas incidencias del periplo, me voy a permitir la licencia de una autocita al mejor estilo de Ignatius J. Reilly -icónico personaje de 'A Confederacy of Dunces', libro de John Kennedy Toole, ejemplar que me recomendó y prestó Wic y cuya lectura recomiendo vivamente-, líneas que extraigo de una misiva que preparé días atrás y que preludiará seguramente el posteo de mi seguramente consagratorio "En Defensa de Normita T.: A Quienes Dicen Que No Ha Existido Jamás". Es claro: por más que uno quiera, no siempre puede salir bien en todas las fotos; como siempre, el mejor orden de mostrarlas (porque ¿para qué se las tomaría uno, si no fuera para mostrarlas?) es el cronológico, por regla general uno emula a Superman, o sea, sale siempre con el mismo uniforme. Naturalmente, esto no es primordialmente achacable a la falta de higiene, sino mas bien a la tacañería de las aerolíneas que se obstinan en prohibir más de dos maletas como equipaje, y siendo así, nunca hay modo de llevar distintas ropas de abrigo para los climas fríos y siempre hay una casaca o un abrigo que se arrogan ínfulas de sempiternos. De otra parte, hay otros pequeños inconvenientes que por lo general surgen al revisar las fotos con detenimiento y ya se tiene la posibilidad de regresar a tomarse una en sustitución: ¿qué hace uno con los brazos cuando debe tomarse una foto que tiene un edificio o un paisaje de fondo, salvo que los ponga detrás de la espalda y aplique un rostro como de '¡Oh!, ¡foto!' como quien le da un aire de casual look, que para qué?, ¿por qué será que justamente el dedo del fotógrafo nunca toma la precaución de no tapar el flash ni ponerlo sobre el objetivo de modo que sale muy naranja sobre el paisaje más bonito de toda la excursión? y finalmente, ¿no es verdad que uno aparece siempre más gordo de lo que realmente es debido al espejismo que producen todas las cámaras fotográficas, que engordan cinco kilos, y las de televisión, ocho? Pruebas al canto.
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El Otro Metrónomo I
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Mediante la siguiente prueba fotográfica se verifica que El Otro Metrónomo no es único. En la foto, sosteniendo otro metrónomo -que es el de Marianita, mi nice y violinista niece-, foto tomada en el comedor del departamento de Jac, que como todo depto del Upper East Side que se precie, tiene celular, vista al Hudson y palanca al piso, además de su propio poltergeist, el que -según se narra- es una chiquita que sale en las fotos en forma de volutas de humo, que provoca extraños, breves y súbitos escalofríos aún cuando la calefacción esté puesta al máximo y que salvo el incidente de haber yo encontrado una toalla volcada desde la repisa en donde la había dejado muy estable, tras entrar y salir del baño y sin que mediara otra explicación, no tuvimos ocasión de encontrar ni siquiera en los sueños, seguramente porque no hay Berlitz Institute para Gasparín y los suyos, pues capaz se enteró que no hablábamos bien el inglés y a lo mejor no la íbamos a entender cuando nos hubiera dicho booh!.
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El Otro Metrónomo II
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Y para que no se diga que uno se anda faroleando nomás con aquello de ser o no ser igual aquí, allá o en San Petersburgo, evidencio que me di mi respectiva vueltita por el Metrónomo de Union Square, más que como para andar de presumido, sino porque ahí justamente estaba una tiendaza de Circuit City que en esos días estaba a punto de cerrar, con imperdibles descuentos en todas las líneas que había que aprovechar sí o sí.
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Línea 6, Union Square
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Como quiera que uno ya va agarrando cancha en eso de chapar su metro, lo cual es, poco más o menos, como chapar aquí su combi todo-Arequipa-todo-Tacna en una sola de las direcciones (sólo que allá hay que comprar su Metrocard y fijarse bien en los cartelitos de las conexiones, que son cuchumil), se le toma la vuelta pronto a Manhattan. En los túneles que conectan las estaciones de las líneas del este y del oeste en Union Square, los manhattanites han hecho un modesto pero sentido homenaje a las más de dos mil personas que murieron por los atentados de las Torres Gemelas: en una de las largas paredes de mayólica blanca se han colocado stickers con los nombres de cada una de las víctimas. No recuerdo o no vi el nombre de los gestores del memorial, pero el gesto es encomiable y acorde con el ajetreado barullo de esa parte de la ciudad.
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I Wanna Wok'n Roll all night...!
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Como lauro a la premonitoria idea de negocios que alguna vez enarbolara el Dr. G., la cadena de mini chifas "Wok'n Roll" tiene uno de sus locales en la esquina de la 1a. con la 68a., bien cerquita de donde Jac. En visita anterior, tal como he contado innumerables veces, me acerqué a pedir una porción de arroz frito pa' lleva'o y la china que atendía repitió en inglés 'Ah, flie' lice!...' pero al trasmitir la orden al cocinero (chino, como ella) le mandó un grito perfectamente entendible a los oídos peruanos: 'Chau fa!...'. Premunido de tan involuntaria como esclarecedora lección, en esta visita me dejé caer varias veces por el "Wok'n Roll" y en alguna de ellas, cuando no había mucha clientela, quise utilizar mi así aprendido cantonés. Poniendo dos dedos frente a la cajera -la misma china que me atendió la vez pasada-, le dije lo más chinamente posible: 'Di chau fa!' (una vez mi abuelo me enseñó a contar ya, di, sam, si, on, lo'o, chau, pah, kau, sa'a). La china me miró extrañadísima y, cuando yo estaba a punto de cantar victoria, ladeó la cabeza y me dirigió una cerrada de ojos con levantada de mentón más, así como quien dice 'Juat?'. 'Di chau fa! -repetí- I mean, two orders of fried rice!...'. Entonces la china se puso medio sonriente, volteó una vez más hacia el cocinero y trasladó la orden, de la cual sólo entendí -como la primera vez- otro chau fa más. Abrió la registradora y al tiempo de decirme 'Eig' fifty fiv' ...' me explicó que chau fa no era precisamente fried rice, o sea, arroz chaufa, como yo pensaba. 'Flie' lice is said chau fa...', me dijo. Ahí fui yo quien le puso cara extraña. Ella siguió, 'You said chau fa, wich is noodle'. 'Excuse me?' le dije, 'The two sound very alike for me'. 'No, no, no... they ale quite diff'rent. Listen: chau fa, flied lice; but chau fa, noodle, get it...?'. 'Come again?' le dije, porque me había dejado en las mismas. 'Cantonese very easy to lealn... chau fa, lice, chau fa, noodle, yes?...'. Como ya salía mi orden de chaufa (como fuere que se pronunciase), le puse la mejor cara de te-entendí-perfecto, chapé mi bolsa y salí sin siquiera pedirle mis fortune cookies de rigor. Pongo la foto de la esquina de ese movimiento y pa' la próxima prometo foto de la china en cuestión.
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La Lennox Hill Neighborhood Association
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Una de las cosas que me llama la atención de algunas ciudades es la condición de haber albergado varias generaciones de gente que, pudiera decirse, podrían tranquilamente ser ubicadas en nuestro siglo y con algún leve cambio en el chip, se adecuarían de lo más normal. Tengo la leve impresión de que ello es bastante privativo a los segmentos más medios de las sociedades, generalmente más altruistas y más identificados con los problemas del prójimo. En una de ésas que llevé a Mariana a su clase de natación, a una institución ubicada a pocas cuadras de casa, la Lennox Hill Neighborhood Association, en la 71a. Mientras esperaba, repasé las fotos que adornaban las paredes de uno de los lobbies y me gustó particualrmente encontrar la foto siguiente (que retomé, y en la cual si se observa bien, aparece mi sombra) que evidencia que para 1910 ó 1920 ya este institución tenía su bus como para llevar a pasear a la gente a la que ayudaba. Si bien los tiempos han cambiado y al ubicarse en un barrio que se ha ido acomodando esta asociación busca a sus beneficiarios en la periferia de la city, no deja de sorprenderme lo poco que han cambiado los buenos valores.
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An Affair To Remember, Reloaded
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Dado que mi Cumpa siempre fue admirador del cine americano de los cincuentas, brincó en un pie con la posibilidad de reencontrarse con su caro cumpa (o sea yo) en el piso de observación del Empire State, mismo 'An Affair To Remember'. Desafortunadamente, la existencia de trabas burocráticas que impiden a Goldinho tomar las de villadiego (que allá donde vive mi Cumpa se llaman las del Sargento Preston), el encuentro no se pudo producir, no obstante lo cual siempre queda el wishful thinking con el habitual cariño que se le tiene, que es tanto como para añadir a la siguiente foto la leyenda con su flechita bajo el brazo derecho que diga 'Put Cumpa Here'. Así son las cosas, Cumpa, ya será pa' la próxima.
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Aprovecho para añadir foto de Santiagazo echándole un bisté al lado jerseiano del mirador. Nótese la ropa de abrigo y el viento que le echaba las landas al ídem.
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Y para responder a una específica inquietud de Goldinho acerca del magazine que actualmente recibe por correo desde la Gran Manzana, pongo también foto en donde consta la dirección web donde, Cumpa, se servirá corroborar su suscripción para este año.
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Central Perk, Sin Los Friends
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Antes de hablar de otra caminata por el inabarcable parquesazo, cuento que no quedó registro fotográfico mostrable de la excursión hacia Times Square en donde fuimos abordados por versátil gringa multilingüe que nos preguntó, al reconocernos la façon, si nosotros hablábamos latino (sic). Y por si alguien quiere preguntar por el zoo de Central Park, el oso polar sigue jateando hasta más allá del mediodía, los pingüinos aprendieron a bailar tap al ritmo de Happy Feet mientras recitan "This stone I set at your feet / As my courtship gift to you / At the white summer's end / On Antarctica's icy shore" mientras las ranitas venenosas siguen verdeando de lo lindo. Más abajo, Mariana y Santiago en el mini zoo, un saxofonista que se ganó su buena luca al interpretar -¡cómo no!- 'Misty' y este pecho junto a vástago en la Bethesda Fountain, antes de que llueva.
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Borinquen Querido, Finale
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¿Cómo fue? ¡bendiiiiiito!... déjame que te diga que he estado bregando para darme un breiquesito entre que viro el zafacón de mi cabeza a ver si me riegan las ideas (no es embuste: ¡eso es así!). Te cuento lo nítido que es Puerto Rico, aún cuando hubieras agarrado una monga por haberte entripado bajo el chaparrón. Así que, ¿estamos jedi?... Listo. Todo empezó con unas chuletas kan kan allá en la Guardarraya, pasando por la vueltita por el cuidadito zoológico Juan Rivero (en donde hay una tortuga macho que es erotómana, según se ve) y por el Mall de Hormigueros que se llama de Mayagüez. En esta ocasión he anotado también algunos de los singulares nombres con los que han sido bautizadas puertorriqueñas de generaciones recientes (todo es sic, por si acaso): Franshbel, Kariangelie, Von Yalid, Nairim, Norisbeth, Legna, Zulneika, Yamalie, Delmy, Mayda, Grisel, Yaritza, Yoanly, Yarimar, Coralys, Shaliana, Anysha, Glorymar, Lucée y Alioni. Por cierto, también he guardado para remitir también a A.D.I.T.A. su ejemplar de "El Faro del Suroeste", editado en la feliz y muy turística ciudad de Boquerón -capital gay de la isla-, requerido por el valioso artículo "Recomendaciones Para Cuidar Su Espalda Baja", escrito por el reputado médico caborrojeño Juan Bidot Ávila, DC (en cuyo numeral 7 se puede leer el valioso aporte científico que reza: 'No duerma boca abajo. Dormir boca arriba es preferido').
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Y como para poder expresar elocuentemente lo bueno que fueron las vacaciones, que esto-sí-que-es-vida y que pa'-eso-uno-se-mata-trabajando-carajo, las fotos de la reposada excursión a la playa de Combate (a la que llevamos de ídem otras chuletas y unos pollitos que estaban bien taypá) en el bote de Emilio. Finalmente Santiago, expresando mejor que nadie cómo la isla, que se ha hecho tan entrañable para todos nosotros a lo largo de estos años, es siempre un lugar al cual siempre se mira gratamente en el recuerdo.
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