Creo que estoy dejando la dependencia en aquello de responder adecuadamente a la devoción de la fanaticada con posts que no sean estrictamente ventrales. Ultimadamente, como diría Mario Moreno -me refiero al actor y no el caricaturista habitual y recientemente fallecido del '24 Horas' de Morosini y Ludmir- no es que las ganas (de escribir, siempre aclarando) sean menguantes sino que, comprensiblemente, se disfrutan bastante más cuando uno quiere y puede, versus cuando uno o no quiere, o no puede.
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Elocuentes son las notas que, separadamente, me han hecho llegar dos inexplicables fans desde antipódicos extremos del mundo como son Harry Belafonte Huirse Llanco, inédito escritor de Huancayo (Junín, Perú), y Yokito Tumoko, diseñadora de pañuelos, de la localidad de Òmihachiman-shi, prefectura de Fukuoka, Japón. "Se extrañan tus posts, Metrónomo, siempre llenos de esas divertidas digresiones que recuerdan tanto a las transversales de la Calle Real y que vienen dentro del cómplice envoltorio de paréntesis que, al abrirse, crujen del modo chispeante y plástico en que lo hacen las bolsitas de los Mix Soda, mis caramelos predilectos" dice Huirse; "Escribe más. It's a must!" añade el impublicado, enfático, bilingüe y casi cacofónico escritor. Yokito, bastante más pudorosa y atendiendo a la compungida cortesía japonésida, dice en cálidos kanji: 車燈現在大家都 改為白光款了。(o, "Mi señor, Metrónomo-san, devuélvenos presto la dorada carroza de tus palabras para volar con ellas en alas de imaginación hacia mundos más felices"). Aunque la salvedad huelga, este comentario consta como número once en el previo posteo, y puede ser verificado con cualquier traductor online (el doceavo comentario, añadido al parecer por mendaz felón, dice -también en kanji- que Yokito Tumoko es el nuevo alias de una fiel seguidora, quien escribe desde el archipiélago del sol naciente, paradero al que dio tras ser habilitada por su ad latere, una huachana llamada allegedly Dorita Cabello, ciudadana que emigró a esas tierras dizque también herida por la profunda pena de un amor no correspondido hacia cierto provinciano vate).
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De modo que aquí heme, de vuelta en el ruedo y con ánimo de deyeccionar en porción larga, compacta y de un solo tirón, como si hubieran hecho buen efecto el cereal bran y el ciruelax combinados, mediante reviews de tres-acontecimientos-tres acaecidos en días recientes, los cuales previsiblemente serán fallucos y bastante shallows, pues enemigo soy de que los lectores (dos o tres) se ahoguen en las cenagosas profundezas del sine qua non vilamatístico (que a nadie debe importar, por cojudo, para ponerlo en términos sofocletianos) que reza que en el ensueño de las hipotecas y del becerro de oro de la novela gótica, se ha forjado la estúpida le-enda (sic auditivo) de que existe un lector pasivo, monstruoso concepto que está en demolición y que da paso a la reaparición del lector con talento, replanteándose novisecularmente todos los términos del contrato moral entre el autor y su público... (como diría mi sobrino Chinín, a pesar de que aún no habla: "Aummm, puta, ¡qué a'urrido, 'on!"). Es sabido que los posts a uno se le salen como si se tratara de urgencia entérica y no es que ande buscando pactos ni leverages académicos. Nada: el quiera leer que lea, y el que no, no. Píriod.
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K*** My Ass (O Asterísquicamente, Póngalo Viceversa Si A Ud. Le Va Bien Aquello De Ser Polite O Le Da Igual Pintarse La Cara Con Una Estrella A Pesar De Ser Cuarentón Sólo Para Percatarse De Que Los Años No Pasan En Vano)
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...................................(Foto Miguel Bellido, 'El Comercio'). La tarde del pasado 14, a eso de las cinco y media, recibí una llamada al Nextel por parte de Caro, quien me preguntaba, así como quien no quiere la cosa, si quería ir a ver a
Kiss.
"¿A Kiss?" -le dije-
"¡Pero si el concierto es ahorita!". En efecto, lo que había ocurrido era que Mr. Menacho, progresante promotor de este tipo de eventos (y aprovecho para decir que lo único que lamento de entre sus recientes contrataciones, es el no haber podido conseguir cupos para ver a Yo-Yo Ma), había obsequiado a Wic dos entradas de cortesía para el concierto de esa noche y que él, ocupado como estaba por las clases que dicta en La Católica, se veria imposibilitado de asistir acompañando a Gabrielita.
"Eso sí -dijo Caro-
Gabriela y tú tendrían que irse ahorita, porque la entrada de cortesía sólo es hasta las 7:30 y el concierto empieza a las 9:00". Al toque le contesté que sí, que por supuesto, chapando raudo mi rumbo hacia Miraflores a ponerme mi polo negro de rigor (que fue camisa de rayitas, en verdad).
.Algo más de una hora después, Gabriela y yo ya estábamos en las inmediaciones del Parque de las Aguas, puesto que había empezado ya la congestión entre la Arequipa y la Petit Thouars atribuible exclusivamente al concierto. Para Gabriela la ocasión era especial pues no había estado antes en el Nacional y, por supuesto, era la primera vez que asistiría a un concierto de rock. Volteando por la callecita de la Garcilaso que da a Occidente, entre el cerrado olor a fritanga y a pichi concentrados (dicen las malas lenguas que esos olores están pidiendo ya certificado de numeración, por lo permanentes), había centenares de vendedores de polos alusivos y una veintena de grupetes que pintaban las caras a los entrantes (por supuesto, le compré su polo estampado a Gabrielita, a diez lucas, choche). Al entrar a la calle José Díaz es grato comprobar el radical cambio que la pituitaria de uno percibe al trocar los previos y eméticos efluvios por aquellos que recuerdan intensamente el campo y su bucólica paz (refiérome, por supuesto, a la fetidez de las heces de los caballos de la policía anti disturbios, que yo no sé por qué con tanto presupuesto que tiene la Benemérita, por qué carajo no les ponen instructores
ad hoc a los equinos para que hagan su
pú sobre un periodiquito como si se tratara, pues, de caniches o
shitzus -
chipsús, diría M.G.-, dado que semejantes caballos hacen unas monumentales cacazas que, si uno no es avispado o no tiene adecuadamente prestillo el sentido de la orientación, podría perecer ahogado y
comiendo mielda tal y como si se tratara de un marielito recién llegado y totalmente despistado cayendo en arenas movedizas de los
everglades o
quick sands, que les dicen, en honor a uno de los primeros hoteles en Las Vegas, aunque esto último es incierto, para qué digo que no, si sí y basta ya de digresiones). Revisada impúdica de
Bouncers mediante, algunos minutos después Gabrielita y yo ya estábamos en la sección
Destroyer, segundo segmento V.I.P. de campo (Menacho, ¡gracias por los favores concedidos!) a una distancia del escenario aproximadamente, como quien dice, igual a la del tiro libre del gol del Nene
Cubías a Escocia en el ´78, pateado a la mano derecha del arquero y con la parte externa del pie, o sea,
con tres dedos, que era como decía Pocho Rospigliosi, periodista que sí sabía
lo que le gustaba a la gente.
.Son muchos los
posteos acerca de la performance de los Kisses en esa memorable noche del 14, por lo que no abundaré sobre ello. Lo que hay que decir, no obstante, es que la lacónica y muy raquítica presencia de
Leusemia (con
's', y con
ése, a quien llaman Daniel F), discordó bastante feo en la onda de que quienes asistían no eran los vejancones y former
yuppies acompañados de hijos que estudian en colegios A de Lima o de los jovenzuelos noveleros y bastante angloparlantes con celulares de última generación que van a cuanto concierto se da por estos remozados lares, sino que era en realidad la oscura manga de desaliñados pelilargos que pretenden reivindicar que el rock sigue siendo lo contestatario, a punta de
pái y de
riffs estériles. Un par de lisuras (convengamos, decir lisuras sobre el escenario es supuestamente parte de lo obligado del show), un pifiado reclamo a propósito de que la pena al Chino debió ser de cien años -al menos- y tres o cuatro instrumentales después,
Leusemia se despidió sin elevar un
b.t.u. el ánimo del público (quien diga lo contrario, seguramente ya andaba en su segundo o tercer
huiracocha), evidenciando que la prognosis no fue la más debida y me cuelgo aquí del
blog de un periodista colombiano de "
El Tiempo" (diario que leo día por medio, para seguir al tanto del Transmilenio, de las ferias y del
tintico en Candelaria de
la Atenas de América), quien renegaba del
pop telonero que tuvo
Kiss en su presentación ante doce mil en Bogotá, diciendo que aquí en Lima ello correría a cargo de un grupo emblemático, tanto como podría ser El Tri en México (¡válgame Dios!, globalización o no, tremenda sobrestimación ya que la mentada
performance fue más
lousy que siquiera digna). Plausible sí, la mención de agradecimiento del F al pionero de los
videojockeys del mundo, Gerardo Manuel Rojas (asistente, por supuesto, según vi luego en alguna foto), por haber ayudado a difundir la música allá, a fines de los setentas. Por cierto, y para mayor abundancia, la chela Cuzqueña estaba a diez soles botella, servida en vaso de plástico, y los chorizos a ocho (me comí dos, abandonando la dieta
in gratia rock).
.Cuando Stanley y Simmons (éste, sin temor a equivocarme, la segunda lengua más importante de la historia del rock, salvo omisión) aparecieron sobre el escenario, "
¡Bueinas nócheis, Limma!...
¡Esta nóchei es la nóchei!", la sonora y coordinada parafernalia de estos dinosaurios profesionalísimos cautivaron a un público que no dudó en rendirse desde el saque. Aprovechando que los siempre gorriones bomberos (quienes, con el cuento de la Defensa Civil y la
pussy of the cat, se ganan con cuanto concierto hay) hacían un huequito delante de mi vista, aproveché para mirar las embobadas caras de los asistentes, quienes, como yo (modesto asistente a presentaciones de algunas
le-endas del
Hall Of Fame) no podían creerlo:
Kiss, en vivo, delante de los ojos. Aunque las voces resienten en algo el paso de los años ('
El Comercio' destacó el cambio de tono en el postrer "
I Was Made For Lovin' You"),
the songs remains the same, parafraseando a los
zeppelines: desfilaron "
Hotter Than Hell", "
Detroit, Rock City" (
ma non troppo ya, en estos días de obamescos rescates automotrices), "
C'mon & Love Me", "
Cold Gin", "
Lick It Up", cerrando antes del
encore con un espectacular "
Rock & Roll All Nite" que llenó de
pica pica toda la cancha y parte de las tribunas, empapando en un baño de música y papel a los treinta mil coreantes y saltantes asistentes. Y que los patas volaron, sí, volaron, en efecto: Simmons en medio de un halo verde y la boca empapada de algo del color de la sangre, hasta la punta del escenario, quince metros más arriba, y luego Stanley, desde el tabladillo hasta el andamio de luces y computadoras, situación que nos permitió a Gabrielita y a mí ponernos a escasos tres o cuatro metros en diagonal al
starman. Unos espectaculares fuegos artificiales de quince minutos de duración dieron fin a una noche sabrosísima y espectacular cuyo encanto no disminuyó ni siquiera con las veintiocho lucas que costó el taxi Estadio-Barranco-Miraflores (¿se aprovechan estos malditos, no?).
.Hubo que estar, y se estuvo, felizmente. Así que... ¡que por favor se repita, tío Wic!
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Si Te Gustan Esos Raros Peinados Nuevos Que Tienen Sabor A Papas de Idaho & Suenan A Falsete Rítmico & Buenazo, No Debes Perderte Este Comentario (O Sea, Los B-52's En Lima, Sobrino)
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......................................,.(Foto Cocal, Flickr)
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¿Alguna vez podría haber pensado en aquellos lejanos días de 1981, cuando el Chirrín (que entonces era un delgadón muchachito, alférez de médico, que asistía a la Autónoma de Guadajara, ¿ves?, y aún no el Tío Chirrín, hoy robusto internista de los sempiternos Docker's y Mont Blanc a flor de bolsillo) trajo en una de sus inopinadas visitas decembrinas un cassette de una peculiar banda que tenía un sonido que no sabía si enmarcarse aún en la áspera agresividad punk (ruidosa, sí, algo ruidosa era) o en lo light de la novísima y naciente new wave llamada, casi cifradamente, The B-52's, estaría también delante de mis ojos en un espectáculo en vivo?
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Acostumbrado a la frustración perpetua (más intensa en la generación que me precedió, es cierto) de no tener siquiera la remota esperanza de ver en vivo a ninguna banda, ya fuere de culto o de mainstream, hace algunos meses entré a la página web de alguna de las empresas locales que promueven estos conciertos (me parece recordar que era la misma que trajo a Roger Hodgson, ex Supertramp), había una casillita que decía -a modo de encuesta- '¿A Qué Banda Te Gustaría Ver En Vivo En Lima?'. Miré la casilla y con ese desganado ánimo con el que uno llenaba los boletos de la Tinka hasta antes de que se pudiera jugar con números al azar, puse -como si fuera un message in the bottle- que sería bien bacán (bien paja, diría un esmirriado colega de letras y tocayo por segundo nombre) que alguna vez llegaran los muchachones y muchachonas de B-52. Me gustaría pensar que contribuí a que vinieran por aquello de vox populi, vox dei (o mejor aún, mens salus populi, suprema lex, que es como siempre confundía yo el motto de la C.N.S.S. que estaba en letras de bronce doradas a la entrada del Hospital de Chincha, donde el Doctor fue director, teléfono 2300 y 2302, y que el negro Belahonia en infinita sapiencia -y siempre con las manos así, como quien las pone sobre la baranda de un balcón, sólo que sin balcón y sin baranda-, explicaba que era latín a los azorados Challe, Burella y el cholo Huamán, quienes pensaban que eran nombres de doctores griegos o algo así, los muy bestias) y que puse mi grano de arena (y luego mis setecientos solsotes por las tres V.I.P. Lateral Impares para Chito, Santiago y mí) para que este modestísimo sueño se viera por fin cumplido.
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A alguien puede o no gustarle una banda, no hay mucho que decir acerca de ello, especialmente visto desde la perspectiva del purista que todo lo ve innovación, exclusividad y distancia respecto del mundo comercial (o sea, ¡no me jodan!, porque esas vainas me llegan al chopin center). Baste decir que los B-52's entre el '81 y el ' 82 atosigaron las radios limeñas y los oídos de la audiencia en un intento facilón de subirse al dingui di dingui tum tum de los vientos musicales post disco y pre rock en español. Ya para el '86, cuando este servidor pechito hacía esa especie de servicio militar obligatorio en el destierro de Talara, mi buen amigo Tribi (pronunciado enfáticamente Trib-bi, con ademán de hombros, mueca en la boca y levantada de ceja más, era -debo decirlo- de esos buenos amigos a los que había que tener algo así como de lejitos, porque en el domingo menos esperado y más resacón se aparecía a eso de las siete de la mañana, con jeringas, vitoques y trapos, tocándole la puerta a uno con el cuentazo de que había amanecido con ganas de ayudarme a lavar el carro y que, por indicación médica, estaba prohibido de contradecir tan desinfectantes impulsos; y ya que estoy de vena de contarlo, Tribi era en realidad Víctor -no recuerdo su apellido-, un tacneño que debía su apodo a que en alguna reunión efectuada en ciertos pacharacos pagos de Sullana a alguien se le ocurrió que era igualito a Tribilín, por lo flaco y desgarbado, confesándome luego -mientras pasaba pundonorosamente un trapo sobre el Stanza- que nunca lo había contado, pero que Tribi le decían ya desde la secundaria en Tacna, pero que nunca se había atrevido a decírmelo porque era como una especie de baldón que no le gustaba mucho en realidad, todo lo cual me recuerda la reciente y risueña anécdota de que, al mencionar que se nos ha casado -ahorita nomás- la Winnie Cooper real de 'The Wonder Years', un cercanísimo amigo de la causa otronóstica, el tocayo mencionado ut supra, fue sindicado de tener más que cierto aire, un ventarrón, a Paul Pfeiffer, éste hubo de reconocer que tal era otrora su mote en claustros sanmarquinos) me preguntó, casi con vergüenza: '¿No te importa si pongo (en el KEX 1500 que engalanaba el Datsun, junto al AD30) el cassette de esta banda que tuvo lo suyo hace unos años, pero que estas radios malditas maltrataron de tanto ponerla...?'. '¿De quién se trata?', pregunté yo. 'De B-52' me dijo (no pude distinguir si fue confusión aquello que 'De' se parece a 'The' y que la 's' final de cincuenta y dos pudiera se había fundido con la 's' post apóstrofe del verdadero nombre, porque entre las poquísimas aptitudes de Tribi no se contaba hablar bien en inglés, desde luego). 'Tú pon nomás, que es de todo mi gusto', le dije, parafraseandoa la tía Yísus, aún cuando a esas alturas yo ni siquiera la conocía.
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Antes de entrar de lleno al concierto del pasado Jueves y más al paso de digresión ligera, contrario a lo ocurrido en el concierto de Kiss, esta vez los teloneros fueron realmente un disfrute. La noche arrancó a las 8:45 con media hora de los chicos de Protones, recalenta'o (en el sentido culinario de la palabra) de Manganzoides, con un rock sin lyrics y sumamente inteligente que se podría encuadrar inequívocamente entre 1968 y 1970, a secas. Punto aparte fueron sus dos entusiastas bailarinas, verdaderas cultoras del batirock con reminiscencias surf. Tremendamente bueno, con CD de adquisición impostergable. Cuando ellos hubieron terminado y tras inacabables veinte minutos, aparecieron en escena los New York Dolls, banda hasta ese momento desconocida para mí la cual, según averigüé hace apenas horas (dado que el tabajo, razón primordial por la que no posteo casi nada, no me da tiempo ni como para cagar) fue fundada ¡en 1971!., tal como delatan bastante bien las arrugas de su líder vocal, David Johansen (casi perfecta mezcla de las caras de Mick Jagger y Lou Reed y con los escuetos pasos de escenario de un Alice Cooper). Una sorpresa -verificada la data- que esta hornada de sonido protopunk, la calidad de varias de las composiciones que entre Johansen y Sylvain Sylvain (el nombre es dúplico), guitarrista y fundador de la banda, se despacharon ante la entusiasta sorpresa del general: "Stranded In The Jungle", "Trash" y "We´re All In Love" constituyeron un buen desfile y un preámbulo de real lujo para lo que vendría después. Según Amazon, su nuevo CD, "Cause I Sez So", sale a la venta los primeros días de Mayo (placa que espero comentar, apenas Jac llegue a ésta), y está nombrada por el vibrante corte que define el álbum y que hizo corear a los ocho mil asistentes al Nacional el pasado 23. Aprovecho para contar que aquí hubo un pequeño encore, así de entusiasmada estaba la audiencia, a lo que la señora cuarentona que estaba sentada detrás de Santiago en desconcertante y alienada exigencia replicó: "Ay... ¿ooootra?... ¡Si yo ya quiero que salgan los B-52's!", como si este espectáculo (inesperada y feliz yapa, o ñapa, que le dicen en Puerto Rico) no bastara per se.
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Los B-52's, señores, están realmente igualitos. Añadiendo un parejo baterista y una morocha buenota y muy competente en el béis, Fred Schneider, Kate Pierson, Cindy Wilson y Keith Strickland (para mencionarlos por orden de méritos) arrancaron con un "Mesopotamia" gutural y psicodélico, combinado con unas increíbles luces giratorias que potenciaban tremendamente el efecto sesentero. Siguieron "Give Me Back My Man" (Cindy, give me fish, give me candy, instead), el clásico y gritable "Private Idaho", como "Funplex", "Juliet Of The Spirits" y "Love In The Year 3000" (todas éstas de su último álbum, "Funplex", que fueron breaks de desconocimiento y ausencia de coros en los cuales la gente aprovechaba para pedir su chela -ocho lucas- o sus chorizos -siete, cad'uno con todas las cremas-) que siguieron con "Party Out Of Bounds", "Roam" (la que coreamos entusiasmadísimos Santiago, Chito y yo), "Planet Claire", "Love Shack" y terminando, ya a la vuelta al escenario, con "Strobe Light" y un fenomenal "Rock Lobster", el cual fue cantado por las ya ocho mil desgañitadas gargantas mientras volaban entre los asistentes más V.I.P. dos langostas de plástico, sobre las que el inacabable Schneider con su voz nasal y en el castellano bastante pasable con repetidas "¡Graciais Liiima!", había dicho antes "Ouh, ¡unes langostineus!". Entretenidísimo y tan bueno como para subirse al escenario a bailar pogueando o aspeando los brazos junto a las chicas, las que están aún en cotton, con aquellas insurrectas pelucas becincuentaidós que todavía encandilan (pese a ellas llegan ya a los cincuenta y dos, literalmente), cosa que sí hicieron -dicho sea de paso- las dos bailarinas de Protones, que se desmembraron rítmicamente junto a los cuatro de Atlanta en tan grandioso finale.
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Acaso lo que mejor resuma la impresión total de este entrañable concierto (entrañable por lo íntimo, por lo de ménage-a-huit-mil) fue aquello que me dijo mi amigo Alberto, a quien encontré a la salida bajando las escaleras del coloso de José Díaz: "Compadre, ¡sentí como si este concierto lo hubieran hecho para mí solito!". En lo correcto, pues para mí, este primer concierto al que acudo con Santiaguito, fue por ello doblemente memorable (para él también, espero, pues se echó tremendo jatazo el viernes hasta las diez de la mañana, tirándose espectacularmente la pera al colegio).
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Así que vuelvan pronto, wavers, que se les quiere harto.
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De Cómo Uno Dijo Alguna Vez Que Escribía Para Que Lo Quisieran Más, Pero Que A Estas Alturas De Las Editoriales, Escribe Por Desganado Compromiso & Faltando A La Verdad Más Elemental, Como Aquella Que Dice Que Los Cuentos Se Ganan Por K.O. & Las Novelas, Por Puntos (O Sea, Bye, Bye Mister Bryce, Tan A Nuestro Pesar, Por Tanto Refrito)
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.............................(Foto 08032lectorsalcarmel, Flickr) .Una de estas últimas tardes, aprovechando la hora de refrigerio y un casi inverosímil treinta por ciento de descuento en la sección Libros de Metro, compré "
La Esposa Del Rey De Las Curvas", última compilación de cuentos de Alfredo Bryce, publicada por Peisa.
.¿Qué será, no...? ¿será el fastidio de comprobar que ponerse a escribir resulta una tarea progresivamente más ardua, pues la concentración lo abandona a uno más a menudo que antes? ¿será que el buen Alfredo está a merced de tener que agenciarse algunos cobres con cuentos raquitiquísimos -para decirlo con uno de sus superlativos-, poco corregidas y muy burdas maquetas de historias más largas que no verán la luz, puesto que empiezan como novelas y terminan como horrorosas imperfecciones que, para ponerlo en términos cinemeros, jamás podrían dar el salto que dio el diseñador alemán en "
Flight Of The Phoenix" cuando pasa de los modelos a escala a un avión
de verdad? Otra verdadera pena, por mi ídolo que siempre será, pues son dos o tres los cuentos que podrían efectivamente llamarse así, aún cuando por lo anecdotiquero y
facilongo (por ponerlo en términos cincuenteros, como los que Bryce sigue derrochando -
requetemal,
está pintado,
pulpería,
impajaritablemente, faltando sólo decir
despiporre- tanto o más reconocibles como sus adverbios incompletísimos -
arreglada lindo,
sintiéndose pésimo-), hasta decir ello sería un exceso. No quiero ser injusto y mi opinión es tan poco (o muy) válida como la que podría ser la de un especialista (sí, de aquellos que cité arriba a propósito de lo musical, quienes cojudamente lo encasillan en estilos, vertientes y símiles, como si la literatura no fuera también y en el fondo, algo así como el fútbol de la nostalgia, al que uno quiere o no según lo dicte un genuino corazón de hincha y
píriod otra vez, pues
¡buena mierda, Barrionuevo, y todas sus hijas putas! y qué lisuriento está hoy El Metrónomo, casi como para que se le diga "
¡Y Se Me Larga Ud. En El Acto!", anacroniquísimo -en superlativo,
again- título que endilga Bryce a uno de los sainetes que componen "
La Esposa..."), pero me da la impresión de que, océanos mediante, siempre he querido escribir como el Bryce de antes, pese a que no le llego ni al talón del hígado, dipsomaníacamente hablando, ni en las gracejadas y genuina simpatía que irradia, ni en disposición de tan inagotable como inverosímil batería de anécdotas. Una honrosa excepción en este libro -por próxima y conocida antes que por real mérito literario- es "
Peruvian Apollo", elegía tragicómica a un chinchano conocido y antañón, cuento en el que aún siendo bueno, las menciones a naricitas respingadas y a pequitas en el nacimiento de los pecho saben poco menos que a beso de ancianos (que es tal como lo catalogó ayer en sobremesa la precoz artista y feroz crítica de los
nonsenses, Vivi Lucía). Pepeno (subido al mexicanismo
en one) de la página 106, del mencionado "
¡Y Se Me Larga...!": "
Porque hoy voy de barra en barra y suelo presentarme como monsieur Ya Fui, y nada más...". Hay que decir que no queremos así a Bryce, como a un acabado
monsieur Ya Fui. Así no es, Alfredo, así no es. O, al menos, así no debería ser.
(¿Y si casi al fin de sus batallas, a punto de morir en ley, acudiéramos millones a decirle "
No mueras, Bryce, ¡te queremos tanto!", acaso Bryce no se emocionaría y, suspirando, no se incorporaría lentamente y, abrazando al primer hombre, se echaría otra vez a escribir?)
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